Los beneficios de un Santiago casi vacío
Para los que se quedan en la ciudad durante febrero, el ritmo de vida se torna más amable: calles despejadas, asientos libres en el transporte público y, según expertos, mejor ánimo entre los capitalinos.
La calle está tranquila y se pueden armar más panoramas en las tardes, como salir a pasear y tomar helados”, cuenta Olivia Sánchez, mientras camina por Isidora Goyenechea hacia su trabajo, en una consultora del barrio El Golf, a las 10.00 horas de un viernes de febrero. “Al regresar a mi casa en la tarde incluso me puedo ir sentada en el Metro”, agrega.
La fisonomía de Santiago cambia durante el segundo mes del año, cuando muchos capitalinos abandonan la ciudad por vacaciones, volviéndose un espacio más agradable para quienes se quedan, debido a la disminución de usuarios del transporte público o restoranes: el Metro recibe 200 mil pasajeros menos al día en comparación con enero, y a los buses del Transantiago se sube un 25% menos de gente. Las reservas en hoteles caen un 21% y las de los locales gastronómicos un 30%. Otro dato: en comunas como Las Condes se recolectan dos mil toneladas menos de basura. “Las personas no andan de mal humor, porque todos tienen más espacio”, opina Javier Quezada, estudiante universitario, que en los meses estivales trabaja como repartidor en una empresa privada.
También en las calles se produce menos congestión. Genaro Cuadros, urbanista de la U. Diego Portales, sostiene que esto se debe a que las personas que abandonan la ciudad son quienes más hacen uso del automóvil. “Es el Santiago que quisiéramos ver durante todo el año, febrero es una buena fotografía de lo que podría ser la ciudad si aumentara la calidad y el uso del transporte público” señala.
Para Alexis Cortés, sociólogo y académico de la U. Alberto Hurtado, el hecho de que Santiago se despeje durante el verano produce que las personas que permanecen se relacionen de forma distinta con la capital. “Permite detenerse y pensar sobre el tipo de espacio en el que vivimos, Santiago retoma una escala más humana y una temporalidad que la aproxima a la vida de provincia”, describe.
Agrega que el hecho de que se conserve la oferta cultural y gastronómica, “genera que quienes se quedan tengan un acceso totalmente distinto a la ciudad, con menores cargas de estrés. Santiago recupera un rostro que normalmente está apagado durante el año”, detalla.
En esa línea, la alcaldesa de Santiago, Carolina Tohá, asegura que febrero es el momento de aprovechar los panoramas que se ofrecen y que quizás en el año no se toman en cuenta. “Es una época muy agradable porque, además de que el clima favorece para estar hasta tarde y salir a caminar, hay menos congestión y mucha oferta de actividades para el tiempo libre. Si uno va a quedarse en las vacaciones en la ciudad hay que aprovechar las cosas gratas que existen”, sostiene.
Festivales de cine gratuito, talleres de cultura y conciertos son algunas de las actividades que la municipalidad de Santiago tiene en cartelera, lo que es valorado por Felipe León, también estudiante. “Es súper bueno poder aprovechar estas instancias, hay muchas obras de teatro y conciertos gratis”, dice.
León cuenta que durante el verano trabaja de reponedor en un supermercado para reunir dinero y salir de vacaciones cuando se inicie la temporada baja.
El sociólogo Alexis Cortés señala que, al igual que León, muchas personas deciden postergar sus vacaciones. “Si hay determinados males en una ciudad como Santiago, se transfieren a otras ciudades de menor tamaño que no están preparadas para recibir esa afluencia, por lo que uno se va a encontrar precisamente con aquello de lo que está huyendo: grandes aglomeraciones y lugares saturados de gente”, comenta.
Pero no todos son beneficiados por este mes en que Santiago está casi vacío, como por ejemplo los restaurantes, que reciben menos público. Fernando de la Fuente, presidente de la Asociación Chilena de Gastronomía, estima que “a pesar de que muchos turistas extranjeros llegan al país durante esta época, eso no logra cubrir la disminución de las ventas ya que la mayoría, al igual que los turistas chilenos, se dirigen a los balnearios”. Por esa razón, agrega, hay que “prever esa disminución y mantener los costos bajos para que el negocio sea eficiente”.
Durante el año, el restaurant Chipe Libre, en el Barrio Lastarria, suele estar lleno a la hora de almuerzo. “Ha sido un cambio bastante drástico en comparación a enero del año pasado, nosotros recibimos a harta gente de oficina por lo que hemos notado menos clientes en las horas de almuerzo con nuestros menús ejecutivos”, dice Bárbara Gajardo, supervisora del local, mientras observa las pocas mesas ocupadas a la 1.30 de la tarde de un sábado.
Los gimnasios también reciben menos de afluencia, con una caída cercana a un 20%, pero en su caso han buscado una herramienta para no perder ingresos por esto. Así lo señala Andrés Muñoz, jefe de una sucursal de Pacific Fitnnes: “Le damos la opción a nuestros usuarios de ir a nuestras otras sucursales, como las de la playa o el sur”.