Valioso mural de la iglesia de Pachama se engalana para su nueva vida
Por Romina de la Sotta Donoso.
Un equipo integrado por especialistas internacionales y la propia comunidad andina inició la restauración integral de este templo de incalculable valor patrimonial.
Sobre el origen de la iglesia de San Andrés de Pachama, monumento nacional, solo se sabe que ya existía en 1739. “Es representativa del estilo Barroco Andino. Destaca, eso sí, la presencia de una pintura mural que ocupa un área de 115 m {+2} y que representa una etapa gloriosa del arte andino del siglo XVIII”, dice Ángel Guillén, arquitecto con 20 iglesias restauradas en el cuerpo.
“Es una iglesia muy pequeña, de 240 m {+2} , donde está todo el programa arquitectónico del XVIII, y eso es notable. Tiene su muro de cierre del atrio, con elementos indígenas en las partes altas, una torre campanario exenta y las cuatro capillas posas en las esquinas del atrio”, agrega. Esas posas son altares para las detenciones de una procesión.
Pachama, a 136 km al este de Arica y a más de 3.400 metros de altitud, celebró el 7 de enero el retiro de las imágenes del templo, con una procesión, música y ceremonias ancestrales.
Recién entonces comenzó la restauración integral de esta iglesia, que es ejecutada por la Fundación Altiplano, dentro del programa “Puesta en Valor del Patrimonio”, de la Subdere, con $300.080.157 aportados por el gobierno regional. Los trabajos se extenderán por 12 meses.
“La conservación y restauración del patrimonio es uno de los motores de inversión de nuestro gobierno regional. Para pagar durante 2016, tenemos más de $3.600 millones en convenios de ese programa patrimonial”, asegura la intendenta de Arica y Parinacota, Gladys Acuña.
“El edificio está en un nivel crítico”, alerta Ángel Guillén, jefe del proyecto. “Se ubica sobre un declive donde llegan las aguas del verano, que se han ido asentando en las fundaciones y los pisos interiores. Y esto, por capilaridad, se extendió a la parte alta de los muros, afectando el contacto entre la pintura y la superficie. También hay adobes que han perdido su geometría”.
Por eso le colocaron una sobrecubierta, para retirar el techo de modo que la pintura respire y se elimine la humedad. “Esta operación es integral: mientras el equipo de arte consolida la pintura, fijándola en la superficie, el equipo de arquitectura hace la consolidación de los muros con material seco”, detalla Guillén.
La restauradora Liliam Aubert cuenta que con su equipo restaurarán la pintura mural, la imaginería, el retablo y los lienzos. “La pintura mural es de mediados del siglo XVIII e inicialmente estaba en todos los muros. Pero por el mal estado de la techumbre, la lluvia fue ‘lavando’ la pintura”, dice. Y revela que para eliminar los ‘abolsados’ o ‘lagunas’ que encuentran, ocupan jeringas y pequeños pinceles, y productos no invasivos, que son de la zona: “Utilizamos la baba de tuna con ajos, preparación que no mancha y cohesiona muy bien la pintura al muro”.
Guillén destaca que “el modelo de escuela taller es una garantía para la sostenibilidad de la intervención, pues el aprendizaje queda en la comunidad”. En Pachama participan, entre otros, la socoromeña maestra restauradora, Juana Crispín, y los pachameños Raimundo Choque y Ester Humire, ambos alumnos del Taller de Bienes Culturales Andinos de 2015.
Arte mural
En la región, solo tres iglesias conservan su programa completo de pintura mural. Una de ellas es la de Pachama, que además es muy rica iconográficamente. “Hay personajes indígenas, músicos leyendo un libro de cantos y frutos de la zona. Detrás del San Isidro, que tiene vestimenta española, están las terrazas de cultivo propias del mundo andino”, apunta Aubert. La complementa Magdalena Pereira, directora de la fundación Altiplano: “San Miguel Arcángel aparece venciendo a una serpiente de siete cabezas. Eso no es casualidad, existe una piedra en el pueblo que se transformaba en serpiente y no dejaba que la gente fuese a regar las chacras. Era algo que temían y veneraban”.
Pereira destaca el compromiso de la comunidad con su templo: “Si hoy estamos trabajando en Pachama es porque ellos hicieron acciones concretas. Especialmente don Florencio Choque, el fabriquero de la iglesia, pues convocó a la comunidad, le contó el proyecto y generó confianzas”.
Don Florencio es enfático: “Costó mucho que ejecutaran la restauración, pero con la comunidad nos organizamos y salió después de cinco años de lucha. Ya puedo estar contento. Nuestro sueño ahora es fundar el Centro del Patrimonio Cultural de Pachama”.