Como si fuera un chasqui: Claudio Pérez retratará el Qhapac Ñan

proyecto fotografico claudio nunez camino del incaPor Daniela Silva Astorga.

El Camino del Inca es Patrimonio de la Humanidad desde 2014

En el segundo semestre del año, recorrerá con su cámara el tramo chileno. Sus fotos protagonizarán un libro y una muestra. El proyecto recibió $50 millones del Fondart y está en preproducción.

¿Por qué quiso sumergirse en los 112,94 kilómetros nacionales del Qhapaq Ñan, reconocidos como los más inhóspitos de todo el tramo, que va desde el centro oeste de Argentina y Chile hasta el sur occidente de Colombia? ¿Por qué hacerlo sin certezas, sin saber si allí permanecerán aún los mismos chasquihuasi y tambos donde los incas dormían unas horas? Pero, sobre todo, ¿por qué hacerlo tal como los antiguos mensajeros o chasquis; es decir, de noche y en absoluta desprotección? “Quiero tratar de ver, de sentir lo mismo que ellos”, comenta el fotógrafo chileno Claudio Pérez (1957).

Y profundiza: “Para mí esto es como un proyecto de vida. Tengo una relación muy cercana con las comunidades indígenas, especialmente con las de la II Región, como la de Estación San Pedro. He trabajado mucho con el norte y la ritualidad andina. Me importan y preocupan, al menos, desde 1993. Ahí conocí a mi amigo Julio Vilte Vilte. Lo acompañé al interior, porque preparaba un diccionario kunza, y ahí me encontré con los abuelos, con la tradición”.

De tambos y pucarás

A esas razones afectivas y profundas, porque Pérez también tiene familia en Estación San Pedro, se suma otra de corte histórico: la declaratoria del Camino del Inca como Patrimonio de la Humanidad -por la Unesco-, en 2014. A partir de ese momento, el autor empezó a leer y a investigar en torno a esta gran obra de ingeniería vial, que totaliza 693 kilómetros y que en su momento de mayor actividad conectó a diez millones de personas. Y así nació su titánico proyecto: “Qhapaq Ñan, la visión del chasqui”. O su plan de recorrer varios tramos del camino chileno para tomar fotografías panorámicas del paisaje con luz de luna e inmortalizar tambos (refugios), santuarios en altura y pucarás (puestos de control y acaparamiento).

Pero el fotógrafo quiere además hacerles retratos a integrantes de las comunidades -pensando en hallar a los “chasquis” de hoy-, fotografiar fiestas religiosas y, si aparecen, vestigios arqueológicos. Llevará varias cámaras análogas -además de todo el equipamiento para una expedición de esta envergadura-, porque así podrá tomar desde panorámicas a color hasta imágenes en blanco y negro de formato 6×6. “Este -aclara Pérez- no es un registro arqueológico. Es un registro visual, emotivo, conceptual y plástico”.

Todas las expediciones el fotógrafo las realizará con el geógrafo y doctor en antropología Raúl Molina y, cuando sea necesario, con guías de las comunidades. Las financiará en su mayoría con los $50 millones y fracción -a repartir entre 2016 y 2017-, que recibió vía Fondart Nacional de Trayectoria.

No obstante, también deberá gestionar algunos recursos complementarios. Los tramos que recorrerán están todavía por definirse: el proyecto está en etapa de preproducción. Un lapso que contempla, solo por mencionar algunas etapas, el estudio de rutas y cartas cartográficas, profundizar en la investigación previa, comprar equipamientos y tomar cursos de primeros auxilios.

El viaje comenzará, aproximadamente, entre mayo y junio de este año. Lo óptimo sería estar en la zona antes del 21 de junio, para el Año Nuevo Aimara. “Si existe autorización, quizás pueda acompañar en la celebración a la comunidad de Cancosa, donde vive mi compadre Mario Mamani”, apunta Pérez, quien cuenta que ya lo han invitado a algunas ceremonias y que le ha dejado ofrendas a la Pachamama.

Luego, el fotógrafo realizará varias otras expediciones por el Sistema Vial Andino, que planificará según el ciclo lunar y las festividades. La idea es terminar el trayecto antes de fin de año. Y el proyecto continuará, en 2017, con la producción de un libro y de una completa exposición, que, además de fotografías, podría contener objetos, dibujos y anotaciones de campo.

“La cultura altiplánica es una sola. No tiene países. Hay quechuas y aimaras por todo el continente, de Ecuador a Chile. Las fronteras las pusimos nosotros, los blancos”, afirma Claudio Pérez, quien hasta ha pensado, para más delante, seguir con su proyecto por otros tramos del Qhapaq Ñan.