Cuando la taza de un árbol se transforma en un peligro
Eso ocurre cuando la planta desaparece y queda un agujero, sin ninguna advertencia.
Las veredas, en general, ya son bastante malas. Tanto que hace unas semanas la Intendencia Metropolitana lanzó un plan de reparación de aceras para que la gente, en especial los de la tercera edad, pueda caminar sin peligro de caídas.
Por otro lado, las autoridades se esfuerzan por arborizar sus veredas. Para que la especie tenga espacio, muchas veces se los coloca en tazas de al menos medio metro de diámetro.
En tiempos en que los habitantes van con la cabeza gacha, hundida en el chat del teléfono o sencillamente van corriendo, el árbol puede ser advertido hasta por el más distraído de los peatones.
Pero eso no ocurre cuando la planta desaparece de su lugar y lo que queda, entonces, no es una taza de una especie vegetal, sino un agujero. Por lo tanto, si caminar en veredas transitadas ya es un desafío por la mala calidad de su pavimentación y la invasión de comercio ambulante, se suma ese hoyo traicionero, donde no se instala ninguna advertencia.
Bien recuerda una mujer que, al esperar taxi en la calle Teatinos con Huérfanos en diciembre pasado, distraídamente iba caminando hacia atrás: tropezó en una taza, perdió el equilibrio, pero un ágil transeúnte alcanzó a sostenerla antes de una caída segura. Se dañó uno de sus zapatos, pero no se fracturó. Tuvo suerte.