La reinvención de los caracoles santiaguinos
Por: K. González y M. Navarrete.
Antecesores de los grandes centros comerciales, a fines de la década de los ‘70 y parte de los ‘80, fueron la plaza obligada para ir de compras en Santiago. Atraían por su novedad, por sus tiendas con ropa de última moda y un diseño de rampas en espiral, inspirado en el Museo Guggenheim de Nueva York.
A pesar que han sido considerados íconos de la arquitectura moderna del país, la sobrevivencia de los caracoles de Santiago es compleja y los ha obligado a renovarse: algunos han encontrado su público en los inmigrantes, ofreciendo servicios específicos para ellos; otros han encontrado un nicho especifico, atrayendo a un público cautivo.
Ricardo Abuauad, director de la escuela de Arquitectura de la U. Diego Portales, comenta que “los caracoles, por su morfología, son una plaza comercial difícil, ya que a nadie le gusta devolverse por donde subió”. Esto, sumado a la instalación de grandes tiendas en sus cercanías y la poca organización de los locatarios, han mermado el flujo de visitantes, particularmente en Providencia y Ñuñoa.
“Acá los únicos que sobreviven son los que tienen un público cautivo como yo”, dice Ramón Aránguiz, propietario de una tienda de reparación de cámaras fotográficas en el Caracol Los Leones (Nueva Los Leones 050). “Si se cuentan 15 personas pasando en el caracol al día es mucho”, agrega. En su época de gloria, en este espacio convivían tiendas de moda y una pista de patinaje en el subsuelo. Hoy, algunos locales son utilizados como bodegas, oficinas o talleres de sastrerías. Los que aún atienden público directo, son peluquerías y sex-shops.
Dos Caracoles, ubicado en Providencia 2216, también padece de la falta de público. Si bien el flujo es mayor, no todas las tiendas tienen éxito. “Llevo nueve años acá y cada vez lo veo más apagado, no hay proyección. Hay locales que al mes tienen que irse porque no les da”, cuenta Claudia Saldivia, vendedora de una tienda de accesorios y ex dueña de una negocio. Con 160 locales, cerca de un 10% de las plazas están constantemente desocupadas y el edificio B, que está al fondo, es el más perjudicado. Según los locatarios, la falta de publicidad y los arriendos altos (entre $ 300 mil y $ 800 mil) es lo que más influye en este ocaso.
En Ñuñoa, la situación es similar y el más afectado es Ñuñoa Centro, en Irarrázaval 2525, esquina Pedro de Valdivia. “Al principio era un auge, grito y plata. Pero la situación cambió cuando se crearon más caracoles y malls”, dice Carlos Tapia, uno de sus comerciantes más antiguos del lugar.
Si bien estos caracoles se encuentran pasando momentos económicos difíciles, hay otros que han logrado reinventarse. “La clave está en la especificidad, que se conviertan en una unidad temática como ya ha sucedido con el caracol de las tribus, de los libros, o de las reliquias”, agrega Abuauad.
Es el caso del Portal Lyon, dedicado a tribus urbanas, o el caracol de Antigüedades, ambos en Providencia, que tienen un público cautivo. En Ñuñoa, Caracoles Irarrázaval (Irarrázaval 3054) se ha centrado en ofrecer distintos servicios como clínica dental, podología, peluquería, taxis y escuela de conductores, entre otros.
Pero tal vez el caso más emblemático es el Caracol Bandera (Bandera 642), en la comuna Santiago. La decadencia que exhibía a fines de los ’90, con oficinas y tiendas sin éxito, desapareció sigilosamente con la llegada de inmigrantes, para convertirse hoy en una de las plazas comerciales más tradicionales para colombianos, peruanos y haitianos.
“Hubo un cambio a partir del ‘92, un desfase de locales. Empezaron a irse los dueños que atendían sus propios negocios y los arrendaron a las colonias de extranjeros. Hoy, el público que viene es un 80% migrantes”, cuenta Oscar Petit-Breuilh, chileno que lleva tres décadas en el edificio de 100 locales.
Aquí, los extranjeros encuentran comida, servicios de peluquería, centros de estética y agencias de turismo enfocados a su nacionalidad. “Los mejores días son los viernes, sábado y lunes, desde las seis de la tarde en adelante”, agrega Nancy Romero, colombiana que reside desde hace dos años en el país.
Inspirados en estos ejemplos, Dos Caracoles espera ejecutar proyectos de mejoras que están en carpeta para potenciar su giro orientado en vestuario. “Pintura, nueva fachada y algunas luces led eran parte de lo que queríamos hacer hace dos años y que queremos implementar ahora”, cuenta el asesor de la Junta Directiva del edificio, Ricardo Navarro.
Mientras, el edificio de Los Leones está en proceso de cambio de directiva, que se encargará de encausar una transformación silenciosa y espontánea. Los locales se han ido convirtiendo en salas de ensayo para grupos musicales, por lo que en la noche el edificio revive con música.
Para impulsar esto, la municipalidad de Providencia también ha realizado algunas acciones, como ventas nocturnas para rescatar el comercio minorista de la comuna, y de paso, ayudar a los caracoles, pero la gran piedra de tope “es la dificultad para que los comuneros se pongan de acuerdo”, asegura Lorena Campos, de la Dirección de Desarrollo Comunitario del municipio.
“Estamos trabajando para que todos logren asociarse. Nuestro objetivo es que a mediano plazo, podamos conformar una asociación gremial en el eje de Avenida Providencia, como lo hemos hecho en otros sectores como Aguilucho y Manuel Montt”, agrega.