Los colores del barrio de los murales
Con un semblante serio, los vecinos de la población San Miguel aseguran que antes sólo eran conocidos porque entre esos blocks de cuatro pisos de altura creció Miguel Tapia, baterista del grupo Los Prisioneros. Pero ahora, los residentes de ese complejo habitacional, ubicado en la comuna de San Miguel, tienen un relato más amplio que contar, lleno de colores y orgullo.
Hace cinco años, el espacio se trasformó en un ícono del arte en Santiago, una verdadera atracción turística ligada directamente a la gestión que los vecinos realizan. Las antiguas murallas de color gris comenzaron a ser pintadas por diferentes artistas gracias a una iniciativa del colectivo Mixar, quienes crearon el proyecto Museo a Cielo Abierto. “Esto fue algo que no pensamos que iba a terminar así. Era un sueño que teníamos un grupo de vecinos, que queremos nuestro barrio y nos sentíamos olvidados. El proyecto nos ha dado nueva vida”, cuenta Roberto Hernández, actual director del museo.
Justamente, el primer mural confeccionado fue dedicado a Los Prisioneros, lo que fue clave para convencer a los habitantes del lugar que la iniciativa no buscaba imponer un arte contestatario o hacer simples rayados. La idea era darle vida nueva al barrio por medio del arte y el color.
Desde esa primera obra se han pintado otros 39 murales y el proyecto ha atraído la atención de distintos artistas, tanto a nivel nacional como internacional. Hoy Mixar recibe propuestas de varias partes del mundo, pero su criterio de selección es claro. “Para que un artista realice su obra, primero debe contar con la aprobación de toda la comunidad. Si ellos no aprueban el boceto, el artista debe volver a hacerlo. Y eso es lo lindo de esto, que personas que no saben de arte son las que eligen”, cuenta Hernández.
Los murales tienen variados diseños. Mezclan distintas técnicas artísticas y realidades. En tamaño, los que están en los costados de los edificios son de 85 metros cuadrados. El más grande, que se encuentra en Avenida Departamental, cubre todo el costado de una fábrica de textiles.
Los motivos de las pinturas van desde coloridos murales, con mosaicos de espejos, a trabajos en gris y rojo, llamando a terminar el maltrato animal. También se representa la fauna nacional, y la vida de los trabajadores y estudiantes.
Inti es uno de los muralistas chilenos más reconocidos a nivel mundial. Ha sido invitado a realizar intervenciones en París y Oslo, entre otras. El artista, oriundo de Valparaíso, también dejó una de sus obras plasmadas en la población: una representación de la dualidad de una persona, con tonalidades amarillas que van mutando al color azul.
Francisco Fuentes, vestido con el buzo de su colegio y sentado en un columpio frente a este mural, intenta explicar el cambio que ha experimentado el barrio. “Es común ver a extranjeros recorriendo las calles. Siento orgullo que vengan de afuera a ver nuestros murales”, dice el joven de 16 años.
Para Hernández, esta respuesta es un síntoma fundamental del impacto de la iniciativa. “Hay un efecto que aún no vemos, que es el de nuestro niños que están creciendo rodeados de arte. Y eso es algo que vamos a ver en años más”, vaticina el director.
De hecho, los murales también han traído otro tipo de intervenciones, casi imperceptibles: un paradero de Transantiago decorado con mosaicos o las bancas y los quioscos pintadas siguiendo los motivos del mural más cercano. Caminar por las calles se ha convertido, para los vecinos y los turistas, en un espectáculo. “Es más agradable vivir así. Ahora todos los vecinos cuidamos las calles y respetamos los murales, porque han ayudado mucho a la población”, comenta Loreto Gamboni, mientras pasea a su hijo de ocho meses fuera de su edificio.
La municipalidad de San Miguel también ha trabajado en apoyar esta iniciativa, implementando más áreas verdes y realizando el Festival a Cielo Abierto. “Para el municipio, la villa San Miguel tiene una importancia vital, pues es una sector emblemático cuyas necesidades son prioridad”, sostiene el alcalde Julio Palestro (PS).