Museo Guerra del Pacífico: Un desconocido espacio en calle Cienfuegos
Reinaugurado esta semana , presenta colecciones y piezas únicas, efectúa una labor educativa y pone de relieve a los Veteranos del 79.
Se llamaba Francisco Manser, marino de 34 años nacido en Chiloé y capitán de alto de la goleta “Chacabuco”. El 18 de abril de 1879, durante una inspección en botes a Pisagua, recibió una bala peruana en el pecho. Se convirtió en el primer marino chileno en perder la vida en la guerra del Pacífico.
Episodios como estos habitualmente no quedan registrados por la historia oficial, pero son fundamentales para los investigadores que desde el año 2001 vienen poniendo en marcha el Museo Guerra del Pacífico. Allí se acopia una serie de colecciones que recorren la cronología del conflicto desde la perspectiva de las personas que participaron.
“Mientras los museos militares y navales se enfocan en el aspecto bélico, nosotros le ponemos rostro a esa guerra que nos enfrentó con Perú y Bolivia, y que fue el mayor acto de unión de nuestro país en la época republicana”, señala Marcelo Villalba, director del museo, que esta semana inauguró su nueva sede en Cienfuegos 50, con visitas gratuitas a sus cuatro salas. Abre de lunes a sábado.
“A la Guerra del Pacífico acudieron civiles y militares, se unieron los políticos, los empresarios y las personas comunes. En este museo lo que realmente importa es la persona que murió en el campo, el veterano que sobrevivió y sus descendientes”, agrega Villalba, quien estima que actualmente existen más de 70 hijos de esos soldados. “Cuando ellos volvían se casaban con niñas mucho más jóvenes y tenían diez o más hijos. Los que quedan son los últimos, que hoy superan los 90 años”, dice.
El museo tiene como patronímico a Domingo de Toro Herrera, otro de los que allí se consideran héroes de la guerra, dado su perfil: diputado de la República, agricultor, fundador del Club Hípico, se decidió a ir al frente como comandante del batallón Chacabuco. Luchó en la toma de Pisagua de 1879 y otras campañas. Es el único parlamentario en Chile en combatir. La sala principal lleva su nombre, y ahí se exponen piezas únicas, como el uniforme de faena, que era color tierra, además de instrumentos con los que cada soldado sobrevivía en el desierto: 34 kilos de armas, cantimploras, platos y municiones.
“El uniforme azul y rojo, de origen francés, es el uniforme romántico, el más conocido, pero se usaba como abrigo por las noches en el desierto”, explica Villalba.
El museo ha realizado 118 muestras itinerantes por el país y en los últimos cuatro años ha recibido a 104 mil estudiantes de básica y media. En sus dependencias de Cienfuegos exhibe fotografías originales, sables grabados con nombres de batallas, balas que los propios soldados -que eran sumamente “cachureros”- recogían en el campo, además de réplicas de vestuario, piezas de modelismo naval fabricadas por descendientes de veteranos, y mantiene una pequeña biblioteca especializada en la guerra.
“Tenemos pocos recursos. El uso de esta sede lo financia el bisnieto de Domingo de Toro Herrera. Somos un museo que observa una memoria que se ha perdido, y para nosotros reivindicar a los veteranos es impostergable. A los muertos o a los sobrevivientes”, dice Villalba. Como otro héroe desconocido: cinco años estuvo en la primera línea de batalla Sofanor Parra, del escuadrón Cazadores a Caballo. Nunca fue herido. Volvió sano y salvo a su casa.