Arte y Ciudad. Entrevista a la muralista Valeria Merino: “Busco que la gente mire y pueda articular algo propio”
A inicios de abril, la artista visual, Valeria Merino, ganó un concurso de votación popular que le permitirá ejecutar un mural en el acceso sur de la estación Universidad Católica del Metro de Santiago.
Allí hará una obra de mosaicos, titulado “Me lo contó un chincolito”, en referencia al pájaro comúnmente llamado gorrión que habita en gran parte del territorio nacional, que será un testigo de lo que ocurre en el Barrio San Borja para reflejarlo en la obra junto a los hitos urbanos del sector.
La obra se estima que se empezaría a desarrollar en mayo y se convertirá en la tercera intervención que la artista hará en una estación de este sistema de transportes. Las dos anteriores fueron a través de murales de ejecución colectiva y que corresponden a las “Las Cuatro Reinas de Chile”, diseñado por Ian Pierce –Ekeko– para la estación Parque O’Higgins y el “Mural Mosaico en Puente Alto”, considerado el más grande de Latinoamérica.
Para conocer más de la trayectoria de Valeria, conversamos con ella sobre su visión del arte urbano y en qué se inspiró para diseñar la propuesta ganadora para la estación UC, entre otros temas.
1. ¿Cuál es el nombre de la obra, con qué técnica se realizará y cuándo parte su ejecución?
La obra se llama “Me lo contó un chincolito”. Hace juego con la frase popular “me lo contó un pajarito” y engloba así lo que quiere contar cada muro como testigo de un lugar y de una época.
La técnica es mosaico en técnica indirecta que quiere decir que hacemos el mural con cerámicas quebradas sobre mallas dentro de un taller, para después trasladar esos paños al muro y pegarlos. De todos modos, no dejo de verlo como pintura, pero con colores de cerámica. La materialidad del mosaico seduce más a la gente quizás porque nota esmero en la aplicación, porque permite detenerse más en los detalles, porque es como si delatara ciertos trucos del pintor al estar fragmentado. Eso además de que dura más, es fácil de limpiar, brillante, etc. Deberíamos partir en mayo.
2. Uno de los criterios del concurso del Metro de Santiago para intervenir la estación UC era plasmar la historia del barrio San Borja, y las instituciones y lugares que lo rodean. En este sentido, ¿cuál es el mensaje que ideaste para este mural y en qué elementos quedará representado?
Eso era lo más difícil del tema. Nos pasaron un montón de hitos, personajes y edificios que existen y que existieron a la redonda del metro U.C., como Lastarria, Victoria Subercaseaux, la Ollería de los jesuitas (ubicada en la actual calle Portugal), la Iglesia de Veracruz, el Ejército, en fin, muchísimas cosas. No se podían poner todas, así es que por eso elegí hacer un tapiz con lo más presente que se ve y siente desde la esquina de Portugal con la Alameda.
Esto y el edificio de la Universidad Católica, importante además porque así se llama la estación, las Torres de San Borja, el GAM y el edificio estilo art noveau que está en la alameda frente a Portugal. Incluí el Hospital San Borja como una forma de citar memoria inmaterial y retraté el GAM desde cómo fue gestado y construido para la UNCTAD III, aprovechando así de ocupar el mosaico para hablar de esa tan bonita historia. Estos lugares son, además, los que más miran los santiaguinos que andan en micro, a pie o en bici.
Habiendo recogido estos edificios, les sobrepongo en dibujo alguna forma de vida encima: en las torres más modernas dibujé una mujer manejando una bici; en la UNCTAD III, el pez de mimbre que en 1972 colgaba en los casinos y que se replicaron cuando el lugar recupera su carácter cultural; en el muro con el hospital San Borja, les sobrepongo unas enfermeras con un bebé, en referencia a la maternidad que era la principal actividad de ese lugar.
Por último, los chincoles en el muro principal, que es el que resume todos los otros muros. Los puse porque son mis favoritos: son bonitos, pequeños, citadinos y endémicos de Chile, significan un elemento orgánico, vital y transversal en la historia, y los podremos ver alrededor del mural. Creo que son ellos los que me hicieron ganar y por eso ahora son aín más mis favoritos.
Una vez, cuando ya había mandado el proyecto al concurso, me fui a quedar a la casa de mi mamá con mis hijos. En la mañana salí al patio y se acercó un chincol. Estaba solo, dio unos saltitos acercándose, se mantuvo un rato cerca y se alejó, se acercó de nuevo y se alejó para irse por fin, como si me hubiera saludado. Lo tomé como una señal o un agradecimiento, porque a ese patio siempre llegan tórtolas, nunca chincoles, y lo amé un rato con locura, puede ser que siempre llegan chincoles ahí y yo nunca me había dado cuenta, pero con este conversé. Este se hizo un poco mío, y quise creer que me decía que iba a ganar.
3. ¿En qué año empezaste a intervenir espacios públicos y dónde podemos ver tus obras?
La idea de intervenir espacios públicos surge hace un millón de años cuando tenía 23 años e intervine el río Biobío con una obra bellísima en su proyecto, pero hecha sin saber, sin buena asesoría, con pocas lucas, sin ningún cimiento más que la belleza de la imaginación, y por tanto, un fracaso. La idea era bonita, pero no resultó como debía ser y yo no estaba en un buen período tampoco.
Hasta que llegó Puente Alto y el gran proyecto de los mosaicos donde partimos poquitos ideando todo, hasta llegar a ser un tremendo equipo. A pesar de que salí antes de ese proyecto, los trabajos de mosaico de ahí en adelante fueron cayendo más seguido. El hacer algo en la calle y con la gente mirando cómo avanzas es una experiencia bonita. La gente agradece, a veces no entiende qué hay ni porqué lo hacemos, hay veces en que pareciera que lo ven incluso como un regalo caritativo, preguntan si somos voluntarios, si somos una comunidad, si nos pagan o no, etc.
La figura del arte público al nivel de los mosaicos es algo que a la gente en un principio le impresionó mucho. En Puente Alto teníamos pilares con un fragmento del equipo a nuestro cargo. Diseñábamos y dirigíamos cada pilar que nos tocaba, y en mi caso, además los dibujaba. De ahí hice algunas clases de mosaico y un par de murales propios en San Antonio. Ahora hace poco hice un tercer mural en San Antonio, trabajé en el mural de Ian Pierce y ahora se viene este mural para el metro Universidad Católica y que me tiene atolondradamente contenta.
4. ¿Qué buscas entregarle a la ciudad a través de tu obra?
Que la gente se reconozca en alguna cosa. Que la gente mire y pueda articular algo propio, que haya una conexión entre lo que yo muestre y lo que la gente quiera ver, incluso sin saber que es eso lo que quiere ver. Como el chincolito y yo, por ejemplo, aunque el chincol en sí no sea una obra de arte, me trajo una experiencia artística, que en eso haya diálogo, pertenencia y arquetipo.
Es difícil decirlo, porque a mí me cuesta todavía. Uno busca, se pierde en el virtuosismo, en la belleza, después con culpa le buscas contenido, en el contenido se olvida el instinto y se quiere volver entonces al pulso, y así todo el rato es un vaivén entre, como en tantas cosas, el corazón y la mente.
Es una pregunta que no soy capaz de responder así como para enmarcarla, pero tiene que ver con lo que vemos, qué nos recuerda, que nos muestra, que nos cuenta, cuánto nos gusta, etc. La verdad es que estoy evitando la frase “qué sentimos”, pero bueno, sí, qué sentimos, qué sabemos de la imagen para que nos haga sentirla.
5. ¿Qué impacto crees que genera el arte urbano en la ciudad y en sus habitantes?
Si está en la calle es mucho más directo, hay una interacción con todos los transeúntes, incluso si les gusta el arte o no. Pasas a ser paisaje sin el contexto exclusivo de una galería, en donde estás obligado a poner cierto prestigio y esmero en lo que mires. En la calle no, allí pasas haciendo cualquier cosa y no va a pasar nada si no miras, pero pasarás más veces, estarás haciendo otra cosa, será parte de un cotidiano y en ese cotidiano te dará una experiencia. O al revés, puede hacerte detener y darle espacio a la mirada, a la reflexión, a todo lo que viene al mirar algo con detención. Así como los edificios antiguos en contraste con los nuevos. Los antiguos te dan esa detención en los detalles, los nuevos son parejos y casi transparentes, puedes pasar sin mirarlos. Aparte en la calle todo suma y todos participan independiente de si son niños o adultos, ricos o pobres.
A lo anterior, Valeria agregó que “lo que me tiene más contenta y orgullosa es haber ganado con votación popular. Es la primera vez que se hace así y siento que eso me dio la oportunidad de ganar y conocer cómo gané, que es lo que nunca se sabe. Tengo 41 años y, sin embargo, me considero emergente por varias cosas. Primero, la maternidad hace que uno empiece más tarde, segundo, el no pertenecer a los círculos artísticos (mis amigos son la mayoría de letras). En fin, un montón de cosas largas de contar ahora, pero que me hacen considerarme con una cuota de emergente dentro del medio, pero ya con cierta seguridad madura de lo que soy.
Hace poco quise participar en un festival de murales y me dijeron que no podía. Después, gané este mural y ya me puse más en paz, pero acá estaba esa gran diferencia. Nadie votó por quién era yo porque nadie me conoce. Votaron por mi obra y eso me llena de orgullo”.
Si deseas conocer más sobre el trabajo de Valeria, te invitamos a visitar su página web: www.valeriapazmerino.com