Embalses en el país están al 35% de su capacidad según Dirección General de Aguas
El Niño extremo impulsó varios eventos que en el último año provocaron catástrofes, pero no fue gatillante para acabar con la megasequía que afecta a varias regiones. Hoy, el déficit de precipitaciones se mantiene en 12 de las 22 estaciones de la Dirección Meteorológica de Chile (DMC), sobre todo desde Chillán al sur, y el agua almacenada en embalses está en el 35% de su capacidad total, según la Dirección General de Aguas (DGA).
El último informe de la DGA señala que respecto a abril de 2015 hay un superávit de 20,9%, pero a nivel nacional, los embalses tienen un déficit de 37,8% respecto a sus promedios históricos mensuales.
“Si bien en abril el déficit respecto al promedio fue de 38%, en marzo alcanzó el 40%, apreciándose un 2% de disminución. Los embalses que tuvieron un alza de sus recursos fueron los dedicados al riego y exclusivamente a la generación, mientras que la mayor disminución corresponde a los embalses mixtos”, dice Carlos Estévez, director de la DGA.
En la Región de Coquimbo, una de las más afectadas por la sequía y un proceso de aridificación, “los caudales han mantenido sus niveles, inusual en esta época”, explica el meteorólogo Cristóbal Juliá, investigador del Centro de Estudios Avanzados en Zonas Áridas (Ceaza). Eso porque en los meses de verano hay mayor demanda y bajan los caudales. “Se han mantenido por las precipitaciones. En la cuenca del Limarí cayeron sobre 100 mm, eso tiene impacto y alimenta el acuífero”, indica.
A la fecha, todos los embalses de la región muestran mayores niveles que en 2015, con una recuperación de entre 16% a un 94% de su capacidad total. Aunque Puclaro, Cogotí, La Paloma y Recoleta (los más grandes), siguen bajo el 50% de sus capacidades máximas.
La Paloma, que comenzó a perder volumen el año 2000, en su punto más bajo llegó a 20 mm3 (millones de metros cúbicos), indica René Garreaud, subdirector del Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia (CR2). “Aunque generalmente no llegaba a su capacidad máxima (750 mm3), antes de que empezara la sequía fluctuaba en 500 mm3. Hoy son 176 mm3, estamos mejor, pero ni a un tercio de su capacidad plena. Esto enfatiza que aun cuando tengamos tormentas importantes -y los problemas que ellas producen-, no logran revertir ciertos efectos de la megasequía”.
En el Biobío, el principal embalse es el Lago Laja, de origen natural, con más de 5.000 mm3 de capacidad y un 66,8% de déficit. “Hace dos años llegó a su mínimo absoluto, un 10% de su capacidad. Por suerte ahora existe una mesa de trabajo (público-privada) para tener una propuesta que permita recuperar cada año 200 mm3. Se necesitarían unos 20 años para recuperarlo”, dice José Luis Arumí, hidrólogo de la U. de Concepción.
El regreso de La Niña
Los embalses se alimentan principalmente de los deshielos desde septiembre, por lo que entonces la DGA elabora su informe con la situación hidrológica para la temporada de riego, explican. ¿Debería mejorar la situación?
Garreaud subraya que aunque haya superávit, no basta para llenar un embalse grande que esté muy bajo a su promedio histórico. “Aunque tenga una lluvia de 100 mm no va a llenarse. El efecto de la sequía en el volumen del embalse, la humedad del suelo en alguna vegetación, tarda tiempo en recuperarse”, dice.
Juliá indica que es difícil llegar a la recuperación pronto. “Los deshielos terminan en diciembre y producto del fenómeno de El Niño concluyeron antes de los habitual. Con menos deshielo, no se avizora una recuperación de los embalses, es probable que bajen a niveles críticos”, sostiene.
Jorge Núñez, investigador de la U. de La Serena y el Centro del Agua para Zonas Áridas y Semiáridas de A. Latina, dice que hay que cuidar las expectativas. “Si los usuarios de agua, por ejemplo, interpretan que estas recuperaciones son señal de retorno a la normalidad y hacen un uso menos restringido que en temporadas anteriores, la vida útil de los volúmenes de agua almacenados sería menor. Pero, ¿qué pasa si se retoma la condición de escasez que se venía dando la última década?”.
Ello, sobre todo, porque El Niño está debilitándose. El nuevo informe elaborado por la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de EE.UU. (Noaa), dice que continúa bajando la temperatura en el Pacífico tropical y que la tendencia va hacia una fase neutral. Para la primavera y verano hay un 75% de probabilidades de que aparezca La Niña, la fase más seca y fría de la oscilación del sur, pero no se sabe ni cuándo se instalará ni la intensidad que tendría.
Al respecto, Garreaud explica que la señal de La Niña es débil, pero todo apunta a un año frío. Cuando se habla de “neutro”, en este caso, no quiere decir que será un año normal, sino que puede pasar cualquier cosa, porque la probabilidad de que sea húmedo es igual a que sea seco. A medida que va pasando el invierno se podrá constatar mejor.