Trabajar con el paisaje: chilenos en la Bienal de Venecia
Aunque no sea necesario vestirse con traje de camuflaje o llevar armamento pesado, para Alejandro Aravena hacer arquitectura implica muchas veces entrar en un lógica de batalla. La batalla contra la desigualdad; los escasos recursos; la segregación; la falta de vivienda; los desastres naturales; la contaminación; la emigración y la delincuencia. Una batalla que no es fácil y de la que ninguna nación queda ajena. Por eso, cuando al chileno y Premio Pritzker le encomendaron ser el director de la XV Bienal de Arquitectura de Venecia, el evento de la disciplina más importante del mundo, pensó de inmediato en un lema que representara esa visión: Reportando desde el frente reunirá desde el próximo 28 de mayo y hasta el 27 de noviembre, la experiencias de aquellos arquitectos capaces de escapar del status quo y de enfrentar los problemas, por dificultosos que sean, con soluciones propositivas, inteligentes y creativas.
Además de los 62 pabellones nacionales que tradicionalmente tiene la bienal, se suman las 88 oficinas de arquitectura de 37 países, invitadas especialmente por Aravena. La lista es diversa y también escapa de lo esperado: 50 arquitectos participan por primera vez y 33 de ellos son menores de 40 años. Así, figuran desde los consagrados como el atelier de Peter Zumthor, el de Herzog & de Meuron y el de Norman Foster; hasta los más desconocidos como el español Santiago Cirugeda o la mexicana Tatiana Bilbao.
La participación de Chile parte con el pabellón nacional, que este año es representado por la Escuela de Arquitectura de la U. de Talca, con curatoría de Juan Román, José Luis Uribe y comisariado por Cristóbal Molina en representación del Consejo de la Cultura. Sigue con la inédita presencia de David Basulto, el arquitecto co-fundador de la exitosa plataforma web Archdaily, invitado como curador del pabellón de los países nórdicos y están las seis oficinas o arquitectos locales convocados por Aravena: Pezo von Ellrichshausen, Grupo Talca, Felipe Vera, Estudio del Paisaje Teresa Moller, Cecilia Puga y Elton+Léniz, quienes viajan con apoyo del CNCA. El punto en común entre ellos es el paisaje, ya sea en forma de geografía o de contexto social, y que funciona como motor de cada propuesta.
Si en 2012 Chile trasladó doce toneladas de sal extraídas del salar de Tarapacá para usarlo como suelo de su pabellón, curado por Bernardo Valdés y Pilar Pinchart; y en 2014 los curadores Pedro Alonso y Hugo Palmarola llevaron un panel de hormigón de la época de la Unidad Popular, con la que el pabellón chileno ganó el León de Plata del certamen; en esta ocasión la paisajista Teresa Moller eligió enviar por barco varios bloques de mármol travertino, hallados en una cantera de Calama, que simbolizan una conexión física con Europa.
“Nos encontramos sorpresivamente con este tesoro en nuestro desierto, nos pareció que debíamos avisarle a Chile y al mundo de esta maravilla. Nosotros desde aquí siendo casi solo paisaje, les llevamos nuestro travertino en bruto para estar presentes en el hoy de esta exposición”, dice Teresa Moller. La idea de la oficina es instalar estos bloques en distintos puntos de la ciudad a modo de estación de descanso, con el sueño final de que éstos no vuelvan y encuentren su lugar al lado del agua del Arsenal de Venecia. “Queremos regalar un pausa en el paisaje, valorizar la existencia, estar y tomar conciencia de la naturaleza”, agrega Moller.
La arquitecta Cecilia Puga también utiliza un material nativo para su propuesta. Le encomendó a la alfarera Lise Moller crear en arcilla un grupo de maquetas, de metro y medio de alto, que representan algunos de sus referentes, proyectos y obras como la Casa Bahía Azul, en Los Vilos, la Casa en Marbella, Puchuncaví, o el Edificio Plaza Pedro Montt. Todas destacan por su apego al paisaje en que se insertan, el uso austero del material y una estética casi escultórica. Se complementan con tres fotos de gran formato de Gonzalo Puga.
La dupla de los arquitectos con sede en Concepción, Mauricio Pezo y Sofía von Ellrichshausen, también llevan a Venecia una ambiciosa instalación que intenta generar una conexión con lo natural. Se trata de un pabellón de 300 metros cuadrados construido en el mismo epicentro del Giardini. Son diez patios circulares interconectados con muros opacos de tres metros de altura, totalmente vacíos en su interior, pero que se llenan con el follaje de los árboles, el cielo y las sombras y eventualmente con la presencia de las personas que podrán recorrerlo. “Lo nuestro no es un reporte científico, político ni social, es simplemente insistir en que la arquitectura es una forma de conocimiento que sirve para construir la propia experiencia humana, con toda su intensidad y todo su misterio”, explican Pezo von Ellrichshausen.
Otra propuesta realizada in situ, pero que arrastra una larga historia de trabajo comunitario es la que trae a Venecia el Grupo Talca, formado por los arquitectos Martín del Solar y Rodrigo Sheward, ambos egresados de la U. de Talca y quienes tienen como lema de trabajo: “hacer arquitectura en sectores de la sociedad donde el arquitecto no llega”.
En 2006 fueron contratados por una comunidad de leñadores, carpinteros y mueblistas de Pinohuacho, IX región, quienes querían reconvertir su territorio devastado por la deforestación y darle un vuelco a sus propias vidas. Grupo Talca partió construyendo un mirador, sencillo y eficaz hecho de madera nativa, que se volvió el primer punto de un negocio de turismo rural y de aventura, donde ahora los habitantes hacen de guías por los bosques que antes talaban. Diez años después, el mirador es desmontado y reconstruido en Venecia por Pedro y Carlos Vásquez, leñador y mueblista, respectivamente.
“Nos hacemos cargo de problemáticas territoriales donde la disciplina no se ha interesado por el prejuicio, tal vez, de no ser remunerados. Cuando nos acercamos a un leñador, pescador o temporero sabemos que hay maneras de ejercer la profesión siendo remunerados, quizás no por ellos, pero sí por un fondo de desarrollo rural, un capital semilla, etc. Además, aprendemos la manera de hacer local”, dice Rodrigo Sheward.
Felipe Vera, egresado de la Universidad de Harvard, también se ha interesado en aquellos casos de arquitectura al margen, pero desde el foco investigativo. Junto al arquitecto indio Rahul Mehrotra, se ha dedicado a estudiar las ciudades temporales, a partir del caso de Kumbh Mela, una urbanización que se arma todos los años en India por 55 días con motivo de una fiesta religiosa. Allí se pone a prueba la capacidad de organización, diseño y dotación de servicios básicos que requieren las 700 millones de personas que llegan en peregrinación.
El pabellón de Vera será construido con los mismos materiales que se usan para el Kumbh Mela: bambú, cuerda y tela, fácil de instalar y 100% reciclable, para exhibir en su interior fotos, videos y textos sobre las ciudades temporales, que se dividen en siete categorías: los paisajes efímeros de refugio, los desastres, las transacciones, militar, la religión, la celebración y la extracción. “Esta realidad no ha sido abordada seriamente dentro de la imaginación de la arquitectura y el urbanismo. Desafía la noción de permanencia como condición por defecto de las ciudades, la que para estas millones de personas significa un lujo”, resume Vera.