Columna: Dientes para la nueva ley de reciclaje
Por Juan Carlos Muñoz*. Director del Centro de Desarrollo Urbano Sustentable (CEDEUS).
Las toneladas de basura enviadas a rellenos sanitarios me descompone. Mi frustración crece aún más al presenciar los numerosos vertederos clandestinos que todavía existen en Chile. Me decepciona comprobar la forma tan antropocéntrica y cortoplacista con que tomamos nuestras decisiones cotidianas. Ante esto mi reacción personal es reciclar, que considero un silencioso y anónimo gesto de cariño con el planeta y con las siguientes generaciones.
Por eso no mido la relevancia del reciclaje con la óptica de sesudos esquemas costo-beneficio, sino con la actitud de cuando escojo un regalo para alguien que quiero. Con orgullo, desde hace ya varios años soy miembro del directorio de Triciclos, empresa que promueve acciones y políticas de reciclaje, pionera en la instalación de Puntos Limpios en nuestro país y también en Brasil.
Por esto celebro que la “Ley de Fomento al Reciclaje” haya sido recientemente aprobada por el Congreso y sea promulgada por parte de la Presidenta. Esta normativa involucra a productores e importadores en la tarea de reciclar y reusar una fracción importante de los productos y embalajes que generan.
El cuerpo legal establece seis materiales prioritarios en este esfuerzo: aceites lubricantes, aparatos eléctricos y electrónicos, baterías, pilas, envases y embalajes y neumáticos. Sin embargo, la verdadera fuerza de esta legislación se definirá en los reglamentos que se elaboren para su implementación. Estos establecerán garrotes y zanahorias para la industria y es aquí donde se juega cuán afilados serán sus dientes. Si el reglamento es poco jugado, terminaremos acomodándonos a un reciclaje selectivo que no genere el cambio que aspiramos.
Para que la ley realmente genere un impacto, se debe distinguir el reciclaje post-industrial del post-consumo. Este último representa el principal reto sobre todo en lo que se refiere a envases y embalajes que exigen un mayor esfuerzo por parte de la ciudadanía. Es aquí donde el reglamento debe poner su principal foco. Es urgente conocer la línea base actual de su reciclaje para exigir un crecimiento progresivo que nos permita alcanzar niveles altos en un plazo de diez años. Además, se deben desagregar las metas asociadas a esta categoría distinguiendo latas, vidrios, cartones, Tetra y las variedades de plástico. De otro modo, se terminará reciclando sólo aquéllos más sencillos de procesar. Es esta exigencia la que desafiará a los productores a rediseñar sus envases internalizando el costo último de reciclar. Sólo así priorizarán envases que permitan su fácil reciclaje.
Otro aspecto que el reglamento debe regir es el alcance geográfico de las exigencias. De nuevo, la tentación está en establecer indicadores de reciclaje a nivel agregado en el territorio. Eso generaría incentivos a que sólo ocurra en las grandes ciudades dejando al resto del territorio como un sector menos costo-efectivo. Si bien en las zonas más rurales el reciclaje implica un desafío logístico importante, es aquí donde su beneficio es más notorio pues el daño ambiental es más inmediato y directo.
Finalmente, los reglamentos deben generar estímulos para que las distintas empresas, independiente de su tamaño, se sumen a este esfuerzo. Para eso será fundamental contar con mecanismos de fiscalización efectivos que garanticen que todos recolecten el material exigido y que éste sea efectivamente reciclado.
En una primera etapa el gran desafío es educacional de modo de estimular a los chilenos a hacerse parte de este esfuerzo colectivo, minimizando y separando sus envases y embalajes, disponiéndolos adecuadamente en puntos limpios de reciclaje. Este cambio cultural individual es indispensable para alcanzar el ambicioso objetivo colectivo de reducir nuestra huella ambiental.
*Director del CEDEUS e investigador principal del cluster Acceso y Movilidad. Ingeniero Civil de Industrias, UC. Magíster en Ciencias de la Ingeniería UC. PhD y MSc, University of California at Berkeley. Académico del Departamento de Ingeniería de Transporte y Logística, de la Facultad de Ingeniería UC.
Columna originalmente publicada en voces de La Tercera
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