Diez mil butacas en Santiago: el desafío que viene para salas y teatros
Mientras avanza la construcción de la sala del GAM, que sumará 1.800 localidades más, especialistas observan el nuevo panorama de infraestructura cultural que tendrá la ciudad. La pregunta es cómo captar públicos en esta convivencia de espacios.
Más de $30 mil millones provenientes del Ministerio de Obras Públicas están invertidos en la construcción de la nueva sala del GAM. Los plazos indican que este espacio se podría inaugurar en septiembre de 2017.
Serán entonces 1.800 butacas nuevas. Junto a las 800 y 300 que a fines de 2018 tendrían los auditorios para música y ballet del edificio del Centro de Extensión Artística y Cultural de la U. de Chile (Ceac), se añadirán casi tres mil aposentadurías para la ciudad, en salas separadas por apenas 500 metros.
Es una tendencia de suma y sigue en cuanto a creación de infraestructura, que si bien dinamizaría la actividad, también es vista con cautela en un país no masivamente asiduo a los consumos culturales. La pregunta es, entonces, ¿existen públicos suficientes para tal volumen espacial?
“En efecto, en algún momento va a existir una sobreoferta. Lo interesante estará en cómo se van a ir perfilando los planes de programación para convivir entre estos espacios, y para capturar y fidelizar a sus públicos”, opina Diego Matte, director del Ceac, con la mirada puesta a lo lejos en un proyecto que aún está en etapas iniciales: las bases para el nuevo edificio en avenida Vicuña Mackenna 20 se encuentran hoy en la Contraloría General de la República para su aprobación y posterior licitación de las obras durante el trimestre final del año.
Cifras en expansión
Sin considerar salas de teatro y otros espacios independientes, en Santiago existen cerca de 8 mil butacas a lo largo de una troncal de teatros, salas y centros culturales que se extiende desde Matucana 100 (con 550 butacas) por el poniente hasta el Teatro Municipal de Las Condes (822) y el Teatro de CorpArtes (878) por el sector oriente.
Entre esos límites se consideran espacios con programaciones, como el Teatro Municipal de Santiago (1.250), las cinco salas actuales del GAM (764), el Teatro Universidad de Chile (1.000), el Teatro Oriente (900), el Teatro Municipal de Ñuñoa (1.130) y el Teatro de Carabineros (653). Estos dos últimos presentan la totalidad de sus actividades de manera gratuita.
“Hay que analizar bien las cifras de ocupación de salas, porque una de ellas viene de la taquilla, la venta de entradas, y la otra de las actividades a precios reducidos o derechamente gratuitas, que también son muchas”, dice el ministro de Cultura, Ernesto Ottone, con experiencia en programación tras sus pasos por Matucana 100 y el Ceac. “Mi impresión como espectador en los últimos dos o tres años es que las salas están cada vez más llenas. Sobre todo las más grandes. Y eso me da la sensación de que pasamos del fatídico 50% de ocupación a una cifra muy cercana al 60%”, agrega.
“Es un muy buen número para alguien que administra un espacio. Y esa cifra tiene que ver con la calidad de la infraestructura, una oferta de espectáculos de mejor factura y el trabajo que hacen los equipos encargados de los públicos y las audiencias. Hay cada vez más profesionales en esta área”, dice Ottone.
Observatorio neutral
Según cifras entregadas por estos mismos espacios, el promedio de ocupación en estas salas es superior al 60%, aunque aquí se considera toda la gama de espectáculos: desde los internacionales de primera categoría hasta los de temporadas habituales, espectáculos para la familia y los gratuitos. No es posible discriminar cuántos y cuáles espectáculos han sido los más exitosos.
“Que alguien declare que el porcentaje de ocupación sea del 60 por ciento me parece una cifra saludable. Yo soy asiduo a las salas y creo que es más bien del 50 por ciento”, señala Javier Ibacache, director de programación de Espacio Diana y especialista en audiencias. “Son las propias salas las que informan sus asistencias. Lo ideal sería contar con un observatorio independiente que nos permita hacer un seguimiento de público, como existe en el cine”, agrega.
Para Ibacache los buenos resultados de una sala no solo van de la mano del estudio sobre el público o de la formación de sus hábitos de consumo. Hoy juega un rol clave el márketing cultural. “La pregunta es ¿cómo hacemos para atraer más públicos? Con más estrategias y profesionales a cargo. Creo que existe una falta de conocimiento sobre este márketing cultural y el impacto que puede generar en el público”, anota.
“La mediación es buena para formar al espectador del mañana, el márketing es una herramienta para captar al espectador del hoy, y, en ese sentido, me parece muy interesante lo que ha hecho el Teatro Municipal en los últimos dos años”, agrega Ibacache.
Si los planes siguen su curso, en 2017 habrá casi 9.800 butacas en Santiago, y en 2018 bordearán las 11 mil. “Yo lo tomo como una oportunidad para los programadores y los gestores culturales. Hay que tener en cuenta que lo importante es que cada espacio no pierda su línea editorial, pero que además se genere una diversidad. Veo una curva ascendente y hoy se nos abren campos expansivos muy grandes de retorno de público”, concluye el ministro Ottone.