Las calles se llenan de hoyos y se vacían de responsables
Entre más confusa es la trama institucional para mantener las calles, más proliferan los baches
Los hoyos en las calles de las ciudades chilenas son una eterna patología urbana que tiene médicos poco claros. Entre los municipios, el Serviu y el Gobierno regional (Gore) se diluye una clara responsabilidad en mantener las vías. Mientras el Serviu tiene el mandato de ejecutar proyectos de pavimentación, los Gores deben financiarlos y los municipios teóricamente vigilan su cuidado, pero cuando aparecen los cráteres, y unos disparan culpas contra otros, los baches comienzan a proliferar. No solo son un peligro público para el tránsito vehicular, sino un deterioro estético y un signo de ruina para los centros urbanos del país.
En Santiago, diversos sectores se han repletado de ellos. Por ejemplo, en Bellavista, entre Pío Nono y Purísima, o en la Alameda, en las cercanías con Ecuador, más de algún conductor ha sufrido daños en sus neumáticos o incluso choques por esta situación. Como muchos problemas urbanos, los hoyos también son el fruto de una mantención tardía del asfalto o el hormigón. Un simple proceso de revisión periódica podría ahorrar millones y evitar los peligrosos cráteres por los que también se hunde la dignidad vial mínima que debe tener la ciudad.