La ciudad inca en Santiago que Pedro de Valdivia ignoró
Que a fines de 2011 cuando el historiador Gonzalo Sotomayor llegó a la oficina de Rubén Stehberg, jefe del área de arqueología del Museo de Historia Natural, con un dato clave. Luego de bastante tiempo descifrando y estudiando los archivos eclesiásticos de los dominicos, Sotomayor había dado con el sitio más probable donde el Imperio Inca habría levantado una de sus sedes administrativas principales. “Me dijo haber encontrado el testimonio de un indio de origen peruano, Gaspar Jauxa quien dice que el camino del Inca partía en el centro de Santiago ‘desde la casa de Doña Ysabel de Caseres donde están los paredones biexos de las casa del inga’ (sic), en lo que sería hoy calle Puente con Catedral. Nunca había tenido una ubicación tan exacta”, recuerda hoy Stehberg, quien en 1975 se graduaba de arqueólogo con una tesis donde ya planteaba la idea de que en la ribera del Mapocho existía un centro administrativo del Tawantinsuyo a la llegada de los españoles. La información de Sotomayor reavivó la hipótesis, pero para comprobarla había que remover tierra.
Gracias a un proyecto Fondecyt, lograron ese mismo año excavar bajo el Museo de Arte Precolombino y la Catedral de Santiago, donde justamente encontraron importantes fragmentos incas: a fines de 2012 la publicación Mapocho incaico revolucionó a los historiadores, generando voces a favor y en contra. No se detuvieron. En estos últimos cuatro años las excavaciones se ampliaron a toda la cuenca del río Mapocho, incluyendo el cerro Chena, la quebrada San Ramón y sitios en Apoquindo, Tobalaba, Peñalolén y Quilicura, donde encontraron desde alfarería y cerámica cusqueña hasta cementerios indígenas. Hace tres semanas iniciaron los trabajos en uno de los patios del Museo Histórico (que el público puede visitar hasta el 31 de julio), donde otra vez hallaron fragmentos de cerámica inca. La investigación que por estos días está en su punto álgido, también ha sufrido un duro revés. En marzo pasado, Gonzalo Sotomayor falleció producto de un cáncer. Tenía 42 años.
“Fue una enfermedad muy agresiva. Lo perdimos y quedamos cojos, él proveía de documentación histórica clave. Teníamos tantos planes”, lamenta Stehberg. En dos meses más publicará Mapocho incaico norte, documento que logró completar junto al historiador de la UC; mientras que con el resto del equipo compuesto por la arqueóloga Claudia Prado, el geólogo Juan Carlos Cerda y ahora con la ayuda de Emma de Ramón, conservadora del Archivo Nacional y Miguel Lecaros, asistente de Sotomayor, planean concluir Mapocho incaico central, parte final de la investigación.
La evidencia demuestra que a la llegada de los españoles ya existía en lo que hoy es la Plaza de Armas un importante asentamiento dirigido por el gobernador inca Quilicanta, quien incluso habría ayudado a la expedición de Diego de Almagro y más tarde al propio Pedro de Valdivia.
Este centro habría tenido una importante red vial, con acequias donde se practicaba la hidroagricultura y extracción de minerales como plata y oro, además de conectar con provincias del Tawantinsuyo. Uno de los primeros indicios lo encontraron en las actas del Cabildo de 1541 donde se indica que Valdivia fue nombrado gobernador “en el tambo grande que está junto a la plaza de esta ciudad” ¿Qué hacía un tambo -albergue incaico- en territorio chileno? El dato ya empezaba a echar por tierra la idea de que el conquistador había fundado Santiago de Nueva Extremadura en un peladero.
“Las cartas que Valdivia le envió al rey influyeron mucho en que los historiadores no profundizaran en el tema inca. En ellas no da cuenta de nada, es una visión europeocéntrica que invisibilizó el aporte indígena. Estaban más preocupados en destacar sus propios logros, querían deslumbrar al rey, pero lo cierto es que lo que hicieron fue aprovechar la ubicación que los incas ya había establecido. Valdivia dependía de los indígenas prácticamente para todo, incluso para comer, aunque terminaron destruyendo todo ese sistema”, afirma Stehberg.
Valdivia se habría encontrado con una ciudad en pleno funcionamiento, con plaza, edificios públicos, viviendas, depósitos y acequias, que incluso en 1536 habría sido saqueada por españoles de la expedición de Diego de Almagro, quienes se llevaron a vírgenes mamaconas consagradas para la deidad solar, según el relato del cronista Padre Rosales. Además en las excavaciones en el Pucará Chena, Stehberg y Sotomayor encontraron una plataforma ceremonial, de la que el arqueólogo no quiere dar más detalles “hasta que se libere la publicación oficial”, dice. La momia del Niño del Cerro El Plomo, sería otra de las piezas clave.
“Lo interesante es que aunque el Tawantinsuyo en el Perú desapareció por el 1532, en el valle del Mapocho siguió funcionando hasta el 11 de septiembre de 1541”, dice el arqueólogo. La exactitud de la fecha se debe a que ese día cientos de indígenas asaltaron y quemaron la ciudad, provocando la ira de los españoles sobre todo la de Inés de Suárez, compañera de Valdivia, quien mandó a degollar al cacique Quilicanta, culpado de la sublevación. “Eso marcó el final del Tawantinsuyo en nuestras tierras”, dice Stehberg. Aunque para la historiografía nacional, el dominio inca siempre fue invisible. Todo está por reescribirse.