Postales de un Valparaíso que ya se fue
Tenía 17 años cuando Carlos Rivera Segovia (1956) tomaba la micro desde su natal Quilpué hacia Valparaíso para registrar, con su cámara colgada al cuello, la vida porteña. En esos años participaba en el Foto Cine Club y sabía poco de referentes fotográficos. “Con suerte había visto revistas americanas como Life o Popular Photography, no llegaba casi nada, lo mío era pura intuición”, recuerda Rivera, quien terminó estudiando Arquitectura en la U. Católica de Valparaíso y dejando la fotografía como reducto de placer personal. Sin quererlo, en sus imágenes había capturado la esencia del puerto y los cerros, como antes ya lo había hecho Sergio Larraín, a quien tampoco conocía. “Recuerdo haber visto una vez una foto impresionante de un velero en Chiloé que me hizo preguntarme quién podría ser el autor, no sabía que era Larraín, ese referente me llegó tarde”, dice el fotógrafo.
Por estos días, la galería FLACH (Villavicencio 301-A) rescata su trabajo de esos años: 31 fotos que van de los 70 al 90 y que dan cuenta de las transformaciones que ha sufrido la ciudad. “La verdad es que ver estas fotos me molesta un poco. Valparaíso es una ciudad bellísima que está convertida en una ruina, la tienen en un estado de abandono crítico. Se habla mucho del patrimonio, pero en estricto rigor poco se hace para cuidarla y es un problema de las autoridades y de los habitantes”, dice Rivera.
En sus imágenes aparecen personajes del pasado como las bailarinas de la legendaria boite Hollywood, el vendedor de turrón con su carrito de fierro o el voceador de ofertas vestido con frac y sombrero de copa, de pie en medio de calle Serrano: la nostalgia se pasea por las instantáneas. “Ese señor todavía existe, le pagaban por vocear las ofertas de las tiendas de la cuadra. Ahora sigue trabajando en lo mismo en Quilpué, Villa Alemana y Limache, claro que ya no se viste elegante, sino de payaso triste”, relata el fotógrafo.
Las imágenes que se exponen por primera vez en Santiago – a la venta entre los $ 200 mil y $ 400 mil- y que en Valparaíso se exhibieron sólo en 2004, en la Biblioteca Severín, protagonizan también el libro 2 tiempos, que lanzó editorial LOM a fines de 2015, con el trabajo análogo en blanco y negro de Rivera y las imágenes digitales y a color que el prestigioso fotógrafo mexicano Pablo Ortiz Monasterio, experto en edición de fotolibros, hizo de Valparaíso en dos de sus viajes, en los últimos años. El diálogo que se establece entre ambas miradas es emocionante: hace un paralelo del Valparaíso de ayer y de hoy. “Se nota el deterioro, hasta la cantidad de perros que hay en la ciudad es algo propio de estos tiempos; esta era una ciudad puerto y estaba llena de gatos”, dice bromeando Rivera, quien sigue tomando fotografías de la ciudad tal como el primer día.
“Hay cambios sutiles como el hecho de que antes se notaban más quiénes eran los porteños; hoy la gente que vive en Valpo puede ser gente de cualquier otro sitio”, dice el fotógrafo. “Nunca me propuse documentar la ciudad o fotografiar para exhibir, en ese sentido este trabajo es muy íntimo, son las escenas que me conmovían, los personajes que llamaban la atención. Los fotógrafos hoy están muy ansiosos por mostrar, creo que falta el trabajo que uno hace sólo para sí mismo”.