El olvidado valor urbano de la belleza en las ciudades
Chile debe garantizar el acceso amplio a la infraestructura pública con acento estético.
En pocas ocasiones la infraestructura pública provee de belleza equitativa a todas las comunas del país. Conocidos son los casos en que el Estado ha segregado, al construir distinto en barrios de altos ingresos y en la periferia. Sirven de ejemplo los metros soterrados versus los que avanzan en viaductos divisores o las autopistas que generan zanjas de hormigón insalvables.
También esa distancia se da en otras escalas. Obras como paraderos, calles, edificios públicos, riberas, puentes o túneles cumplen con un excesivo funcionalismo. La ex subsecretaria de Transportes Gloria Hutt expuso sobre el tema en un seminario del Consejo de Políticas de Infraestructura. Ella citaba estudios que muestran que los usuarios del transporte público llegan a percibir que su tiempo de espera por un bus es menor si el espacio en que lo aguarda es un sitio bello. “En Chile se prioriza lo estructural. En la medida en que el país va teniendo mejor ingreso tiene la holgura para incorporar la belleza. En el transporte público, con buenas veredas, áreas verdes o iluminación, se genera un uso más agradable de los servicios”, explica.
Tarea pendiente para considerar en proyectos como el nuevo Transantiago, en 2018. Tal vez esperar un bus sea más agradable si se incorporan estos aspectos en la reflexión.