Maipú, entre la estatua y la escultura
Ya no están las esculturas que inauguró el municipio de Maipú hace muy pocos años en la principal vía de esa comuna, la 5 de Abril, esa que culmina con gesto elocuente en el Templo Votivo.
Ellas dieron vida a un recorrido al poniente de la ciudad, el que nacía así en la senda del consolidado Parque de las esculturas de Providencia y La Pastora, en Las Condes. Con 11 obras de gran formato, Maipú comenzaba a tener un bulevar interesante en el corazón de su casco central.
Estaban las piezas de arte a ras de piso, idea aplicada en muchas ciudades para así acercarlas al público, incluso a su tacto, pero nos dicen que hubo vándalos que las rayaron hasta el cansancio. Tal vez faltó una política de mantenimiento como la de Metro, que de inmediato borra todo para que el deterioro no se vuelva daño permanente.
Ha habido una cierta tensión entre el arte público y las audiencias desde que quedaron atrás, hace décadas, los solemnes monumentos de bronce, tal vez porque se extinguieron los héroes que parecían inmortales.
La cultura cambió. Los dioses bajaron del Olimpo, como dijo el poeta, y el arte en la calle ahora se plantea preguntas, dudas, e incluso denuncias. Se instaló la incertidumbre -¿Quiénes somos? ¿A dónde vamos?-, y los artistas así lo comunican.
Lo de Maipú, en cambio, no era contestatario. Por el contrario, era un bulevar de los oficios que rendía tributo a los héroes de ras de tierra; un oficinista, una profesora, un minero, un uniformado, un carpintero.., a los trabajadores chilenos.
¿Por qué falló la idea, entonces, en la avenida 5 de Abril, eje principal con plaza, metro y comercio de calle mayor?
El bulevar culmina en la explanada del Templo Votivo, entrega una visión cada vez más cercana al monumento y permite el acceso al mirador que domina la zona. Es un espectáculo urbano perfecto. No deben estar felices los artistas; ellos crearon para ese paseo, y no se pueden separar, en el arte urbano, la obra del lugar. Estén donde estén las obras, su destino se truncó.
Estamos hablando de autores chilenos valiosos, cuyas obras tienen un precio no menor en el mercado. Como Francisca Sánchez, que ha expuesto varias veces en forma individual, con numerosas estadías en el extranjero entre Asia y Europa; de Juan Luis Dörr, discípulo de Francisco Gazitúa y autor de obras que habitan sin problemas en otros espacios públicos, como su monumento a Manuel Rodríguez, en la plaza de Puente Alto, o el del Arriero, en Romeral.
También Marcela Romagnoli, que expuso en el Bellas Artes a dúo con Roberto Pohlhammner; en el Museo de América, en Madrid, y en una de las Bienales de Venecia… Artista nominada al Altazor.
Estaban, además, las de tres de los cuatro autores de las obras contemporáneas de la Plaza Ñuñoa: Daniel Báez, Cristóbal Guzmán y Luz Yanokovic, todas muy bien ubicadas frente a esta municipalidad y ya parte del paisaje. Asimismo, estaban Alfredo Fernández, cuyo arte tiene presencia en el Parque Santiago, y Jessica Torres, que con los alerces y cipreses con que trabaja ha sido incorporada en varias de las obras de la destacada arquitecta Cazú Zegers.
No se entiende qué pasó en Maipú, pero la avenida 5 de Abril dejó de ser lo que fue.
ArtistasNo deben estar felices los artistas (…) No se puede separar, en el arte urbano, la obra del lugar.