Memoria cartográfica: la mapoteca crece en silencio
Digitalizan más de 200 piezas históricas en la Biblioteca Nacional
Es una pequeña sala donde trabajan dos personas, pero se conservan unos 7 mil mapas, planos y atlas. A fin de año tendrán más de la mitad de ese archivo en línea.
Comisionado en 1830 por el gobierno chileno para recorrer y estudiar el territorio nacional, a Claudio Gay le tomó 27 años escribir los treinta volúmenes de “Historia física y política de Chile”, la serie de registros acerca de la geografía y la naturaleza del país, sus habitantes, historia y actividades productivas. De ese trabajo precursor se desprende una de las joyas que conserva la Mapoteca de la Biblioteca Nacional.
“Es el que se considera el primer mapa del Chile republicano. Fue editado en 1841”, detalla Ana María Quiroz, bibliotecaria y jefa de la Mapoteca, y muestra el territorio explorado en la década de 1830 por Gay.
Es una de las secciones más reducidas de la Biblioteca Nacional. Se creó en 1970 y hoy trabajan dos personas en una pequeña sala donde se administran mapas (físicos, políticos o temáticos), planos (trazados urbanos) y atlas (libros), principalmente de los siglos XIX y XX, de Chile y el mundo. “También tenemos una copia facsimilar del primer mapamundi que se dibujó en toda la historia, original del cartógrafo español Juan de la Cosa, que lo hizo en el año 1500”, dice Quiroz.
El mapa de Claudio Gay, en tanto, está próximo a su digitalización para ser puesto a disposición del público a través de las plataformas en línea de la biblioteca.
Suministro continuo
Así viene siendo con un protocolo establecido desde el año pasado. La Mapoteca fue una de las últimas oficinas en sumarse al plan de digitalización de los contenidos físicos de la biblioteca iniciado en el año 2000. Principalmente, debido a la dificultad que revestían los tamaños de sus mapas. Cuando se adquirieron máquinas de última tecnología, la mapoteca entró de lleno al proceso. Hoy se digitalizan piezas de sus depósitos al ritmo de 300 imágenes por mes.
“Eso quiere decir que a fin de año vamos a tener cerca del 60% de nuestros archivos ya digitalizados”, confirma Quiroz. “Esto no solo permite conservarlos de mejor manera, sino también facilitar la consulta en pantalla. Nuestro plan es llevar toda la colección a formato digital”, agrega Roberto Aguirre, jefe de Colecciones Digitales.
El año del mapa
La Mapoteca se surte por la Ley de Depósito Legal, principalmente con el material del Instituto Geográfico Militar y el Servicio Hidrográfico y Oceanográfico de la Armada. Es un ámbito editorial que no genera grandes volúmenes de material: en 2016 han recibido diez títulos en la Mapoteca, que actualmente mantiene en sus archivos más de 7 mil piezas, cada una respaldada con dos copias.
Dentro de su sala, los mapas y planos se ordenan en seis planeras -cajoneras metálicas especiales- con diez bandejas cada una, de 1,30 m x 90 cm. También se manipulan mapas murales, cuya gran dimensión obliga a mantenerlos en rollos con una protección especial en los depósitos.
Y si bien la Mapoteca recibe pocas visitas en sala, principalmente de investigadores, cartógrafos, geógrafos y estudiantes, la mayoría de los usuarios accede remotamente a los contenidos de dominio público desde sus computadores. Es una tendencia transversal en la Biblioteca Nacional.
Por eso se ha hecho hincapié en la digitalización de mapas y planos como la que se está llevando a cabo en este trimestre allí. Entre junio y lo que va de agosto, la Mapoteca ha puesto a disposición 211 nuevos objetos cartográficos en la Biblioteca Nacional Digital (BDN). Destacan las Triangulaciones hechas en Chile (1894), los Mapas de la Rejión Andina (1906), el Plano de Santiago (1910), el Nuevo plano de la ciudad de Valparaíso (1936) y una serie de mapas de islas, bahías, golfos, canales, puertos, caletas y fondeaderos.
Dos mil dieciséis es el Año Internacional del Mapa y, por lo mismo, dicen en la biblioteca, el suministro de material al público “no va a detenerse”. También en lo que respecta a la digitalización de mapas patrimoniales, una serie especial que da cuenta de la evolución de la ciencia cartográfica “y que permite georreferenciar mapas, es decir comparar los territorios antiguos con los actuales”, señala Aguirre. Ese proyecto incluye piezas históricas como los mapas de Santiago (1552 a 1950), que ya están disponibles en el catálogo Descubre de la BDN.