Los contrastes del barrio Matta Sur

Por Aldo Vidal.

Varias almas tiene este tradicional sector, oficializado esta semana como “zona típica” protegida por Ley de Patrimonio. Artistas, comerciantes, adultos mayores e inmigrantes coexisten en un territorio cuya identidad sigue cambiando.

Es medio día en la intersección de las calles Ventura Lavalle y Lira. En una de las veredas un anciano barre pausadamente las hojas secas. Al frente, un grupo de cuatro haitianos conversa en su idioma, apoyados en una de las conocidas casas de fachada continua del barrio Matta Sur. Allí vive Luis Olivares, parte del directorio del Comité Matta Sur. Su familia ha habitado por generaciones en ese lugar y su casa tiene más de 100 años. En esa vivienda, de techos altos y paredes rojas, cuenta que “la zona típica ha surgido y se ha podido concretar por el empoderamiento de los vecinos y porque ha surgido de la propia comunidad”.

El esfuerzo de los residentes del sector por rescatar la esencia del tradicional barrio, surgido a fines del siglo pasado, permitió la protección patrimonial de 195 hectáreas, en las que conviven grandes casonas con reminiscencias rurales, cités, pequeñas fábricas y antiguos locales comerciales.

Vladimir Huichacura, líder del movimiento que consiguió este reconocimiento, dice que ahora el desafió es la gestión de la zona típica. Nosotros somos ‘los padres’ de este sector patrimonial, y por eso vamos a buscar recursos para que se potencie”. Huichacura agrega que ya está vigente un plan del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) para mejorar las viviendas del polígono entre las calles Coquimbo, Santa Elvira, Portugal y Carmen.

 

Pero el atractivo del sector ya ha sido descubierto e incluso algunos piensan que puede convertirse en un “barrio de moda”, como ocurrió con el sector de calle Italia, en Providencia.

Entre los urbanistas esto se conoce como gentrificación, un recambio urbano en el que un barrio popular es habitado por nuevos actores sociales. El Village en Nueva York o San Telmo en Buenos Aires son algunos ejemplos.

Al respecto, Vladimir Huichacura señala que “no nos preocupa la gentrificación, lo que nos preocupa es que los vecinos del barrio sean expulsados del territorio protegido. Porque nosotros buscamos este reconocimiento primero para los vecinos”.

Pero Matta Sur ya ha visto surgir nuevos proyectos. Francisca Vilches y su pareja, Fernando Domínguez, llevan dos años en el barrio, son directores de arte y además de instalarse en lo que era una antigua imprenta, montaron la productora “Hasta que te Encontré”, en la que arriendan antigüedades populares (carteles hechos a mano, juguetes antiguos, cosas de cocina) para películas y series.

“La experiencia que hemos tenido aquí ha sido fantástica, porque justamente los dos crecimos fuera de Santiago. Y veníamos con la idea de vivir en un barrio, de tener almacén, de compartir con los vecinos, de ocupar la vereda. Y que es algo que se está perdiendo en otros lugares de Santiago”, indica Francisca.

Daniela Sabrovsky es otra nueva vecina. Es cineasta y llegó a vivir al barrio hace un año y medio. Tanto le llamaron la atención los contrastes del lugar, que realizó un registro visual que se convirtió en su primer documental.

“Hace mucho tiempo que este barrio es como un híbrido. Y eso es lo que a mí me fascina”, cuenta.

Daniela agrega que en sus recorridos, cámara en mano, por las calles de Matta Sur, “uno se encuentra con cosas insólitas. He encontrado televisores, miles de colchones, sofás, maniquíes. Todo tipo de cosas”.

Otro fenómeno que caracteriza al barrio es la presencia de inmigrantes. Pero esto no es algo nuevo, si en el siglo pasado fueron españoles, rusos y judíos, hoy son peruanos, colombianos y haitianos los asentados en este sector.

El problema es que el espacio de las viviendas ha hecho que muchos propietarios las subdividan y las arrienden a extranjeros que viven hacinados. “Estos propietarios no pagan ni siquiera impuestos y lucran, sin importarles cómo vive la gente, y el riesgo que corren sus vecinos por los posibles incendios”, dice Luis Olivares.

Sin embargo, la cultura de los inmigrantes también está impregnando el sector con nuevas costumbres y actividades. “Lo entretenido es que ellos mantienen su identidad y hacen cosas en el barrio. Se nota también en las comidas y en una cierta vida, que no habría si no estuviera la influencia extranjera. Los chilenos tienden a encerrarse y ellos tienden a salir, a hacer cosas en la calle. Incluso, abrir sus negocios a la calle”, señala Daniela Sabrovsky.