Las ciudades se ponen cada vez más calurosas respecto de su entorno rural
Fenómeno de las islas de calor urbanas:
Es un problema que no ha sido considerado por la autoridad todavía, pero que alcanzará gran importancia en el futuro con el cambio climático, especialmente si aumentan las olas de calor.
¿Le ha pasado que en las noches de verano le cuesta dormir porque hace mucho calor? ¿O que aunque el informe del tiempo indica que la temperatura alcanza los 28 grados, su sensación térmica es de varios grados más?
Detrás de estas dos situaciones está el fenómeno conocido como isla de calor urbana (ICU); es decir, la diferencia que se presenta entre las temperaturas dentro de la ciudad y su entorno rural a una misma hora. “Es un fenómeno nocturno que habitualmente se presenta algunas horas después de la hora del sol en días de poca nubosidad y con poco viento”, explica el geógrafo de la Universidad de Chile Pablo Sarricolea.
“Durante el día los materiales como el hormigón o el cemento de las edificaciones van reteniendo el calor, lo que genera cierto retraso en su reemisión al ambiente, lo que ocurre finalmente durante la noche”, explica Massimo Palme, director del magíster de arquitectura de la Universidad Católica del Norte.
El fenómeno se presenta prácticamente en todas las ciudades de Chile, pero con diferente intensidad, dice Sarricolea. El investigador es autor principal del estudio de la isla de calor de la Región Metropolitana de Santiago, publicado por la revista Norte Grande en 2014, y ahora trabaja en una clasificación de las ciudades de Chile según la intensidad de su isla de calor y su población.
Para su primera investigación trabajó con más de 50 imágenes satelitales nocturnas de la capital. Determinó que la máxima intensidad bordeó los cinco grados de diferencia respecto de sectores rurales como Pirque.
El área de las ciudades donde el fenómeno se presenta en forma más agresiva coincide con el sector con mayor cantidad de edificios. En Santiago comprende las comunas de Santiago, Providencia, Ñuñoa, parte de La Reina y el sector más bajo de Las Condes.
El fenómeno tiene efectos positivos y negativos, dice. “Durante la época de invierno tener una isla de calor significa menor gasto de calefacción porque la ciudad está más cálida que su entorno rural, pero en el verano es bastante nocivo, porque significa más gasto de aire acondicionado o mayores problemas de estrés térmico de las personas”.
Lo peor es cuando coinciden con olas de calor, ya que por la acumulación de temperatura hay personas que pueden hasta morir, afirma Palme.
Hasta ahora, las olas de calor han sido poco recurrentes en el hemisferio sur porque posee más océanos que superficies continentales, pero debido al cambio climático están siendo cada vez más habituales, reconoce Sarricolea. “No es un tema frecuente en la actualidad pero se puede empezar a sentir en forma más clara en los próximos años”, advierte.
Palme acaba de terminar un estudio comparativo de las islas de calor de ciudades costeras de Chile, Perú y Ecuador, concluyendo que en todas se presenta una variación de 2 a 5 grados respecto de su entorno no urbano.
“Si conocemos mejor la distribución de las temperaturas generadas por efecto de la urbanización podremos estimar mejor el consumo de energía (aire acondicionado) que presentarán los edificios”, explica.
Cuenta que en el caso de la zona del Gran Valparaíso, determinaron que las zonas por donde circulan más vehículos (también generan calor) y las más expuestas a radiación solar son las que presentan una mayor intensidad diaria de isla de calor, mientras que en las zonas más sombreadas entre edificios altos incluso se obtienen promedios negativos.
Ahora trabaja en un índice de vulnerabilidad urbana al calor para determinar qué sectores de la ciudad podrían ser más riesgosos frente al calor excesivo.
PaliativosLas ciudades más importantes del mundo han tomado medidas de planificación urbana para mitigar los efectos de las islas de calor. Nueva York, por ejemplo, ha apostado por cubiertas verdes en el techo de los edificios. En ciudades europeas están haciendo cosas similares o pintan de blanco los techos. “Establecer un área verde mitiga la isla de calor en 5 grados, mientras que pintar de color blanco las azoteas o edificios para que la radiación que llega del Sol en forma de luz se refleje y no quede atrapada como energía calórica puede reducir en un grado la intensidad calórica”, explica el geógrafo de la U. de Chile Pablo Sarricolea.