Notas para un manifiesto. Foro Alternativo a Habitat III. (Parte I)
* Texto desarrollado por el autor en el marco del Foro Alternativo a Habitat III, que se realizará del 17 al 20 de octubre en la ciudad de Quito, paralelamente a Habitat III.
1. El mundo se urbaniza, la ciudad se dispersa, la ciudadanía se atomiza.
El mundo urbano se tribaliza, la hecatombe de Kingali nos acosa1 , las desigualdades y las exclusiones se convierten en bombas de relojería. Las conferencias internacionales nos advierten retóricamente que el territorio no puede soportar el calentamiento del planeta, la contaminación del aire, el despilfarro del agua, del suelo y de las energías no renovables, la destrucción o la banalización de los paisajes, el incrementalismo institucional fuente de la opacidad, la ineficiencia y la corrupción de muchos gobiernos y agencias o empresas de servicios. Y se lamentan de la pobreza, del habitat degradado o informal, de la miseria infantil, de la desocupación, de la inseguridad y de la violencia, especialmente de género. Como los tribunos de la plebe denuncian incluso pero sin criticar las causas y mecanismos que crean estas situaciones, sin concretar los actores responsables que por acción y por omisión hacen de la ciudad un lugar de desposesión y exclusión. La urbanización extensiva y especulativa es la disolución de la ciudad y la ciudadanía.
Las ciudades compactas y complejas devienen centros gentrificados, reductos selectivos de grupos privilegiados. O, lo que fueron espacios populares, de poblaciones mezcladas o marcados por grandes infraestructuras (puertos, aeropuertos, gran industria) se reconvierten en enclaves, de oficinas, comercios y “gente bien”. A veces mal llamados grandes proyectos urbanos. O se privatizan zonas, calles y plazas, y se fabrican “barrios cerrados”. Es el grado máximo de alienación urbana, de desposesión de la mayoría ciudadana.
Pero es en las periferias que se desarrolla la no-ciudad, la urbanización sin ciudad. Es la urbanización difusa y fragmentada, segregadora, rompedora de los lazos sociales y culturales. La mixtura propia de la ciudad es substituída por la guetización. La cultura ciudadana deviene tribu o individuos atomizados. Son los territorios de la especulación, de los conjuntos más o menos ricos encerrados como en una fortaleza. O conjuntos sociales o informales excluidos de la ciudad.2
Son los pobres, las poblaciones de bajos ingresos, los que más necesitan de la ciudad. Ni espacio ni interlocutor tienen para reivindicar y negociar. Las poblaciones pobres con salario miserable, los desocupados y los inmigrantes, los informalesmal o poco integrados en colectivos sociales. Todos ellos son los más excluidos de la ciudad, con escasas posibilidades de escalar a la condición ciudadana. La injusticia espacial es un plus que se añade a la injusticia y marginación social, cultural, económica. La política se miserabiliza, la ciudadanía no existe si no es colectiva y plural. Los ciudadanos existen con los otros, son conciudadanos. En nuestros continentes, América y Europa, pensamos que todo tiende a ser ciudad. Pero cuando todo es ciudad nada es ciudad. Y cuando no hay ciudad no hay ciudadanía. Y en nombre de la democracia ésta se pierde, excluye… y debe confrontarse con el marco político y económico existente. El auge de las ciudades, o en realidad de la urbanización, ha dado lugar a proceso de desdemocratización, que ha empezado con la regresión de los derechos sociales. La urbanización ha contribuido a pervertir la democracia.
2. Los males de la ciudad no son producto de la fatalidad, Ni la sostenibilidad del territorio y del planeta. Ni tampoco de la desigualdad social, de la injusticia espacial y de la pobreza creciente en las regiones urbanizadas. Hay causas y agentes en gran parte globalizados responsables. Las organizaciones internacionales no representan a los pueblos, sino a los Gobiernos y a las multinacionales. No asumen el rol que se les atribuyó cuando se crearon.
Las organizaciones internacionales, especialmente Naciones Unidas, por su responsabilidad ante los pueblos y ante el planeta, les corresponde no solo denunciar los males del mundo, también las causas y los que las promueven. Sin embargo son legitimadores. Habitat exalta la competitividad de ciudades y territorios, que genera exclusiones e insostenibilidad. No se hace ninguna crítica a la financiaciarización de la urbanización lo cual conlleva la economía especulativa, depredadora y que acentúa las desigualdades. Se recupera un concepto de biología, la resiliencia, para culpabilizar a los pobres, los desposeidos y los excluidos por no saber reaccionar ante la vida. Así se justifica el gradual demolición del “welfare state”. Se privatizan los servicios de naturaleza pública o de interés general, la vivienda es ante todo mercancía y el suelo es objeto de especulación exponenticial y se olvida “la función social de la propiedad” aunque se haga una vaga referencia a ello. El World Bank, pariente de NN.UU, favorece la urbanización expansiva y difusa como indicador principal de desarrollo económico (Informe de 2009, en plena crisis financiera-especulativa). Los tratados internacionales, como el ITTP que está en proceso de aprobación y ejecución, admiten que se reducirá la masa salarial, se culminarà la privatización de servicios básicos y un gran aumento de las tarifas de los mismos, desde el agua hasta los transportes, desde la vivienda hasta la energía. Estamos en una época de regresión social, de acentuación de las desigualdades y de complicidad y debilidad de los Estados.
Las grandes Conferencias internacionales organizan regularmente “cumbres” sobre la pobreza, el medio ambiente o los asentamientos sin viviendas dignas ni servicios básicos. Sin otro resultado que declaraciones retóricas, debidamente controladas por los gobiernos y las multinacionales y sin resultado alguno efectivo. Habitat 1 y 2 han sido un ejemplo de manual como ha demostrado Michael Cohen3 . Ni tan solo ha habido el mínimo seguimiento de las resoluciones de cada conferencia. Habitat 3 ha pretendido abrirse a las ciudades y a las organizaciones sociales en el proceso preparatorio pero siempre que ha podido ha impuesto modelos organizativos basados en reunir personajes muy dispares, cada uno con su historia y a la hora de redactar resoluciones se evitan conceptos polémicos, como el derecho de propiedad o la influencia del sistema financiero global sobre el ámbito local. O se muestra reticente ante “el derecho a la ciudad”. El resultado no va más allá de expresar buenos deseos pero sin fijar objetivos políticos reductores de desigualdades y de ni cuestionar las normas y los mecanismos económicos que generan malestar social e insostenibilidad del territorio. En resumen: las conferencias internacionales son una farsa.
3. Los poderes económicos hacen la política. Los políticos se ponen al servicio de la economía.
Las ciudades no se mueren. En cada época de cambio se anuncia su crepúsculo, su desaparición, diluídas en la urbanización fragmentada y segregadora. Hay propuestas urbanísticas que proponen urbanización sin ciudad y no es una utopía, se encuentra en la realidad hoy, en las periferias. Pero las ciudades perviven, en parte se mueren pero también son las ciudades no solo reviven, también l cualifican las periferias. Jane Jacobs adivinó la dialéctica de las ciudades, viven, mueren, reviven, una agonía en su sentido originario, luchan por la vida.4 Las ciudades reviven porque es el producto más complejo que construyó la humanidad, la diversidad y la densidad de los habitantes y sus múltiples relaciones hacen de las ciudades el ámbito de creatividad, de libertad y de cooperación, no hay democracia sin ciudad. Las ciudades tienden a reducir las desigualdades y a generar solidaridades. El desarrollo económico es en gran parte debido a las ciudades. El 70 el 80 % del PIB en nuestros continentes se produce en las regiones altamente urbanizadas. Pero las dinámicas económicas son a la vez hijas de la ciudad y destructoras de la misma. La economía urbana es hoy la principal fuente de acumulación de capital y en gran parte esta acumulación va vinculada a la especulación y a la apropiación de las rentas de posición. Lo cual se confronta con la reducción de la masa salarial y de los servicios y equipamientos vinculados a la reproducción social, es decir la vivienda, los servicios básicos, el agua, la energía, el entorno, el espacio público, los transportes, la educación y la sanidad, etc. Esta misma economía es la principal causa también de la insostenibilidad de las regiones urbanas y del planeta. Sin intervenir en los procesos de acumulación de capital no es posible acabar con la pobreza, la exclusión y la desposesión de la ciudadanía. Las ciudades se estructuran sobre la base de la contradicción entre la acumulación de capital y la reproducción social.
La globalización financiera, la economía especulativa, la mercantilización de las sociedades, las políticas desreguladoras y privatizadoras, el ansia del lucro inmediato, las ideologías del miedo y la obsesión clasista y securizante, la debilidad de los gobiernos locales, el uso perverso de las modernas tecnologías (como las trampas de las smart cities) y las complicidades de los profesionales, todo ello ha ido creando un monstruo lo que fue y aún es el mayor producto humano y colectivo más complejo y portador de progreso, la ciudad. Las conferencias y las organizaciones internacionales denuncian las situaciones, hacen declaraciones anunciando múltiples compromisos, como la “nueva agenda urbana” destinada a ser aprobada por Habitat 35 . Una extensa lista de compromisos y reconocimientos, con lenguaje retórico, ni se precisan ni se sabe quien los asume. ¿Los gobernantes nacionales o locales? ¿Las empresas multinacionales? La ética de los profesionales? En realidad nadie, un brindis al sol. Los gobiernos nacionales y las uniones entre Estados por complicidad o por impotencia frente a las lógicas del capitalismo financiero y especulativo se pliegan a las dinámicas económicas dominantes. Y los gobiernos locales están atados por el marco político y jurídico y también el financiero. De nada sirven los tratados internacionales, como la Carta de Derechos humanos. ¿La función social de la propiedad del suelo, que recoge también la nueva agenda urbana de Habitat que está inscrita en diversa constituciones, se ha tenido en cuenta para yugular la especulación del suelo?
4. La complicidad de los profesionales y del entorno social.
La reorientación de los procesos urbanos requiere disponer de medios político-jurídicos y financieros y de instrumentos técnicos … pero primero saber qué es lo que se quiere conseguir. Y ésto lo saben los ciudadanos activos y organizados y una minoría de los políticos y profesionales que dialogan con ellos. La ética de los políticos locales, los funcionarios, los profesionales y los expertos han sido con demasiada frecuencia cómplices de las políticas públicas y privadas que han generado las dinámicas perversas que se producen en los territorios urbanos. Unos por considerar que es su deber, otros por indiferencia a quien sirve lo que se haga y otros por complicidad activa. Hay que recuperar los valores propios de los profesionales y académicos. De nada serviría denunciar al conjunto de esta extenso colectivo de expertos. Debemos contribuir a que se universalicen los valores y los objetivos democráticos y humanistas que los organismos internacionales han traicionado, por acción o por omisión. Cada ciudad tiene su especificidad, “es única y su propiedad”, su historia y su memoria, sus culturas y sus demandas, su morfología y sus potencialidades, sus urgencias y sus aspiraciones. Sin embargo hay objetivos que son propios de todas las ciudades por lo menos en los continentes más urbanizados como son América y Europa. Unos objetivos que se plantearán en cada caso en forma diferente para obtener resultados similares. No hay urbanismo válido si no contribuye a reducir las desigualdades sociales y espaciales y contribuye decisivamente a la sostenibilidad. En consecuencia hay que ubicar las viviendas populares en el tejido urbano más equipado pues son los que más necesitan de los medios de la ciudad. Promover la mixtura social y funcional de cada zona de la ciudad y normar que cada proyecto urbano garantice la mezcla social y de actividades. Formalizar los asentamientos informales conjuntamente con los ocupantes e integrarlos en el tejido ciudadano, es del derecho al lugar. Cada zona de la ciudad debe poseer una centralidad potente, atractiva y reconocida. El crecimiento urbano conviene orientarse hacia la densificación de la ciudad existente o en su continuidad. Las regiones metropolitanas o altamente urbanizadas deben estructurarse como redes de ciudades con un sistema de movilidad colectiva e instersticios no urbanizados. Hay que reconsiderar el desarrollo económico y subordinarlo a la sostenibilidad. Promover en todos los ámbitos las formas colaborativas tanto en la gestión de los servicios y equipamientos, en el consumo, en la producción y en las iniciativas culturales y políticas.
En resumen, las políticas urbanas deben ser metaurbanas. Reducir las desigualdades e injusticias en el territorio y garantizar la sostenibilidad de la vida y las actividades urbanas es su responsabilidad, aunque no depende solo del urbanismo y de la ordenación del territorio. Si no se conquistan los medios adecuados para ello no se pueden vencer los obstáculos que se oponen a ello. De nada sirven las declaraciones que expresan buenas intenciones y nada más. Los profesionales, los académicos y los funcionarios deben establecer conexiones múltiples con la sociedad activa, con los movimientos sociales y con los gobiernos locales implicados en servir a las poblaciones. Y poner su capacidad instrumental a su servicio.
- Kingali, la capital ruandesa, dividida en compartimentos estancos, unos ocupados por hutus y otros por tustsis. El resultado fue una masacre masiva primero de tutsis por parte de los hutus y luego éstos a su vez fueron decimados por los tutsis. [↩]
- La injusticia espacial se hace más visible y acentúa las desigualdades y exclusiones debido al “efecto escala”, muy estudiado por los geógrafos. Las periferias hasta mediados del siglo XX crecieron en los límites de la ciudad compacta. A partir de la difusión del automóvil, el afán especulativo del suelo vinculado a la financiarización del territorio y la política de alejamiento a los sectores populares de la ciudad y el bajo coste de la vivienda “social”, todo ello ha producido conjuntos de nivel bajo o medio en territorios urbanizados sin ciudad. Ver la obra la última obra de Bernardo Secchi, La ciudad de los ricos y la ciudad de los pobres (2013 en italiano, 2015 en castellano). Ver también Las ciudades, una ecuación imposible (2012), de M.Belil, J.Borja y M.Corti (eds). [↩]
- Artículo de M.Cohen: From Habitat II to Pachamama: a growing agenda and diminishing exoectations for Habitat III, Environment and Urbanization, 2015. [↩]
- Muerte y vida de las grandes ciudades, Jane Jacobs (1961). También es interesante, actual y poco conocida la obra de J.L.Sert Can our cities survive?, escrita en 1942 a partir de las resoluciones de CIAM (Congresos Internacionales de Arquitectura Moderna). [↩]
- “Los compromisos y reconocimientos, los haremos y los apoyaremos…” están expuestos ampliamente, a lo largo de todo el documento. Los compromisos principalmente desde el punto 25 hasta el 83, una tercera parte del documento. La implementación se deja en manos de los gobiernos con un lenguaje suficientemente laxo. A pesar de lo cual probablemente será recortado. De momento se excluye el concepto de “derecho a la ciudad”. [↩]
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