Vecinos de Antofagasta hacen la “manicure” a estatua en el desierto
No es la sequedad del viento árido del norte ni la constante exposición al sol lo que causa daños en la conocida escultura La Mano del Desierto, creada en 1992 por el artista Mario Irarrázabal. Por el contrario, son los rayados y otros daños que dejan las personas los que deterioran uno de los hitos más conocidos de Antofagasta.
Ayer, y como cada año, una treintena de vecinos de la Corporación Pro Antofagasta llegó al lugar donde se levanta la escultura, a 76 kilómetros de la ciudad, para hacerle una “manicure” a la figura de hormigón de 11 metros de alto.
“La mano es una de las cinco que hay en el mundo, por lo que es labor de todos nosotros poder cuidarla”, explica Pamela Ramírez, directora de Proa.