El ejemplo de Quito: cuando la infraestructura de movilidad aporta al espacio público
Las precarias zonas pagas del Transantiago no solo son ineficientes, sino también un lunar en la vía pública de la capital.
En Quito, Ecuador, el municipio metropolitano lidera un plan que no ha estado exento de controversias: ha buscado reemplazar gradualmente un parque de viejos trolebuses por buses biarticulados Euro III, que contaminan más que los carros eléctricos. Pero detrás de esta decisión que tiene molestos a los locales (por la alta inversión que implicó la instalación de catenarias y la compra de los troles en 1998, y la contaminante tecnología que los reemplaza), el cambio ha traído un aporte al espacio público quiteño: el municipio inició la construcción de modernas zonas pagas con las que no solo se logra contener eficientemente la evasión (tienen un cajero y un guardia que vigila que las personas paguen los 25 centavos de dólar del pasaje), sino que han creado un mobiliario urbano de lujo que dialoga con el hermoso centro histórico de Quito.
Una nueva lección para Santiago. Las zonas pagas chilenas son fácilmente vulneradas por los evasores, y la precaria construcción de fierros, plásticos o vidrios que rápidamente es vandalizada (lo que no ha ocurrido en tres meses en Quito) se asemeja más bien a una ampliación hechiza. Con todo, en lugar de aportar, afean el entorno. Y por ello la apropiación que deberían generar entre los ciudadanos (como sucede con las estaciones de metro) se transforma en rechazo.
Es difícil entender entonces por qué la autoridad no invierte un poco más por infraestructura de calidad.