El debate que divide al subsuelo
Por Valentina Miranda y Oriana Fernández.
Los artistas y vendedores son un dolor de cabeza para el Metro. Mientras, los pasajeros compran, aplauden o hacen ver su molestia. La estatal sumará 174 guardias privados para controlar los ingresos.
Una verdadera feria se puede encontrar en los vagones del Metro. Hay comerciantes que prometen audífonos de última generación, dos superochos por $600 y helados que espantan el calor. En otro carro, los artistas se hacen escuchar con estridentes parlantes a lo largo del viaje.
Los vendedores y músicos han encontrado un público creciente en el tren subterráneo: en 2006 circulaban por la red de Metro 331 millones de pasajeros, mientras que hoy llegan a 668 millones por año, en pleno funcionamiento del Transantiago. Proporcional a ese flujo, ha aumentado la presencia de ambulantes que ven un nicho en toda la red, donde se reparten sus espacios. En el mismo carro pueden ir un joven interpretando algo de Bob Dylan y un vendedor de mentitas.
Pedro, comerciante de agua mineral, señala que los vigilantes lo sacan, pero que “hago como que me voy y de ahí entro por otro lado”. Es un buen negocio estar en el subsuelo en los días de más calor: su stock se vende en pocas horas.
En la estación Escuela Militar se acaba el show de Renato Avilés, mejor conocido como el Spiderman de Providencia. Lo primero que llama la atención de la gente es el traje de superhéroe; lo segundo, el show.
Renato, quien llegó de Colombia hace 14 años, entretiene a los pasajeros con un particular pole dance, donde los fierros de los carros le ayudan en la acrobacia. Todo esto se mezcla con un coqueteo sutil con las pasajeras.
Lleva poco más de un año actuando con el personaje y solo tres meses en el metro, pero afirma que fue una buena decisión. “Obviamente, no eres monedita de oro para gustarle a todo el mundo, pero más de la mitad del público me colabora. Me encanta trabajar acá”, comenta bajo la máscara de spiderman.
Renato dice que esta novedad se le ocurrió para cambiar de actividad. “Soy profesor de danza y de expresiones corporales. Me había aburrido de dar clases por 12 años, entonces, quería hacer algo que me activara más”, afirma.
Y aunque surgen carcajadas de los viajeros y flashes de los celulares hacia estos obreros itinerantes, no a todos les agrada este escenario. Si bien la mayoría del público demuestra cierta indiferencia con las performances artísticas, a Florencia Molina le desagrada el ruido excesivo. “Yo no les digo nada, pero muchas veces me cambio de asiento o me muevo al siguiente vagón”, comenta.
Otro de los artistas es el grupo de Gonzalo Torres, llamado Merry Melody, de estilo musical Gipsy jazz. Trabajan hace siete años en el metro. El cuarteto ocupa todo el centro del pasamano central, pero a nadie parece molestarle. María Elena les sonríe cuando desciende en la estación Los Leones. “Para mí es súper divertido, me gusta ver a los jóvenes tocando”, dice. Cuenta que debido a la gran cantidad de personas interesadas en laborar en la red de transporte, artistas y vendedores han formado una organización en la que se coordinan en las estaciones de combinación Los Héroes, Baquedano y Tobalaba para repartirse los espacios. Se bajan los músicos que ya vienen en el vagón y se suben quienes están esperando en la fila.
Para la firma Metro, estos trabajadores ilegales son un constante dolor de cabeza. Carabineros recibió 672 denuncias por la presencia de artistas en 2015 y la cantidad creció en casi un 250% llegando a 1.644 este año.
Por ello, en la estatal se explica que entre este año y el próximo se aumentará la dotación de vigilantes privados en un 42%, es decir, llegarán 174 personas.
En este escenario, la firma añade que ha iniciado una campaña denominada “El Metro que queremos depende de todos”, la que es publicada a través del canal 9 interno de televisión en las pantallas de los andenes. Allí se llama a que no compren productos ni a dar dinero a los artistas. Además, se pueden dar a conocer estos hechos contactándose al número gratuito 1411.
La compañía organizó un concurso para entregar una licencia para trabajar a 60 artistas que actúan de forma itinerante en 20 puntos de la red, diferenciándolos de quienes no tienen este permiso.
Los ganadores fueron anunciados en agosto pasado y tienen autorización por un año para tocar en espacios delimitados por Metro, fuera de los trenes. Pese a ello, el certamen fue exitoso en las redes sociales.
¿Ha dado resultado la campaña? Es relativo, dicen los músicos informales, pues los trabajadores prefieren elegir un lugar en los vagones, donde obtienen más aportes y tienen mayor interacción con el público.