Esa Villa Olímpica y típica: El modelo 50 años después
Vista desde fuera como un conjunto urbano deteriorado y abandonado, el vecindario volvió a unirse tras el terremoto. Reconstruyeron los edificios y se reactivó la vida comunitaria. Aquí, expertos observan su vigencia arquitectónica.
Son 28 hectáreas, 2.600 viviendas con 13 mil habitantes repartidos en blocks de cuatro pisos, cinco pisos con departamentos dúplex y casas de dos pisos, además de una imponente torre de quince niveles ubicada justo al centro del territorio. Son los asombrosos números de la Villa Olímpica, en Ñuñoa. Pero ninguno resulta tan simbólico como el que los propios vecinos remarcan: el 70 por ciento de esa población actual son las mismas familias que ocuparon la villa hace más de medio siglo.
“Vive mucha gente de la tercera edad. Son los habitantes originales, que se reúnen en clubes de adultos mayores muy activos. Sus hijos se fueron, pero ahora muchos de los hijos de sus hijos volvieron a las raíces familiares en la villa”, dice la dirigenta vecinal Tusy Urra, parte del equipo que elaboró el expediente técnico con que el Consejo de Monumentos Nacionales declaró Zona Típica esta pieza de la arquitectura moderna.
Construida entre 1961 y 1967 en la chacra Lo Valdivieso, la Villa Olímpica se delimita por Grecia (norte), Carlos Dittborn (sur), Marathon (oriente) y Lo Encalada (poniente), con vías públicas que jamás seccionaban el territorio entre su perímetro. Fue uno de los proyectos de densificación urbana promovidos por el Estado desde los años 50, como la Villa Portales en Estación Central, la Villa Frei en Ñuñoa y la Unidad Vecinal Providencia en la comuna homónima.
“Este conjunto pone en juego una gran racionalidad constructiva y de proyecto, que a partir de la unidad de bloques es capaz de disponerlos en configuraciones que generan espacios urbanos y vínculos a través de puentes. A partir de unidades simples y racionales se generan nuevos espacios urbanos”, opina el arquitecto y académico Fernando Pérez.
Bajo el concepto de unidad vecinal y con el enfoque del modernismo arquitectónico, el Estado ejecutó este tipo de proyectos que vinculaban la vivienda con el vecindario durante los años 50. Se hablaba entonces de planificación y autosustentabilidad a través de equipamiento de servicios, pero con mayor acento en la vida comunitaria. Para ello diseñaron formas de generación de encuentro de los habitantes en sus espacios. “No conocemos el nombre de todos, pero nos ubicamos. Nos vemos en las plazas, en los corredores, en las escaleras, en el supermercado, en la parroquia Santa Catalina de Siena, en el colegio Guillermo Zañartu”, detalla Urra.
“Ese diseño original estaba pensado para que en todas sus dimensiones y escalas la gente se relacionara. Pero la vida comunitaria se resintió mucho en dictadura, y con el enfoque más individualista de los 90 el modelo fue cambiando. Sin embargo, con los efectos del terremoto los vecinos volvieron a unirse”, comenta el arquitecto José Becerra, quien realizó su tesis de doctorado en la U. Politécnica de Cataluña acerca de la villa: “Vivienda y ciudad en un único proyecto”.
Más de 80 edificios resultaron con daños tras el 27-F. Once quedaron inhabitables y otro tanto con daños estructurales. Ante la nula ayuda del municipio, los vecinos acudieron al Ministerio de Vivienda para sensibilizar al Estado. Hoy tienen recuperados los blocks que quedaron en mayor peligro, pero las restauraciones aún continúan.
Bemoles y sostenidos
“Les tengo simpatía a esos esfuerzos pioneros por densificar buscando la altura. La Villa Olímpica llega con la épica y la poética del Movimiento Moderno”, dice Miguel Laborde, profesor de Arquitectura de la U. Diego Portales. “Aquí no solo hablamos de las primeras construcciones residenciales en altura, sino también de las primeras juntas de vecinos, sociológicamente muy interesantes, pues había empleados, futbolistas, carabineros, gente del campo y que no sabía lo que era vivir en la ciudad y tuvo que empezar a dialogar con sus vecinos”, agrega.
Desde fuera se tiende a observar la Villa Olímpica como un emplazamiento deteriorado y en abandono. “Tiene que ver con muchos factores, como la ubicación geográfica del conjunto. Las unidades vecinales de Providencia y Ñuñoa están más favorecidas por el lugar donde se encuentran. Ciertamente, un espacio tan grande a su lado como el Estadio Nacional con su flujo de gente no contribuye en este sentido”, señala José Becerra. “El proyecto tuvo un diseño de vanguardia para este tipo de vivienda. Sin embargo, lo que no se completó fueron los servicios. Los arquitectos, todos jóvenes, dejaron siluetas del equipamiento, no existen planos de eso. Lo que ocurrió fue que los vecinos fueron terminando la obra”, agrega.
“Estos proyectos no fracasan ni tienen éxito. Lo que vemos en el caso de la Villa Olímpica es el devenir natural de décadas de funcionamiento, de un sistema de administración, de cambios en las costumbres de sus habitantes y de cómo se maneja una pieza urbana de este tamaño en medio de la ciudad”, apunta el arquitecto Maximiano Atria, de Docomomo, organización que estudia y conserva piezas de la arquitectura moderna. “Lo que hay que analizar es cuál es la alternativa a una unidad vecinal que tal vez no funcione bien: ¿una torre de departamentos individuales con estacionamientos?”, señala.
Fernando Pérez concluye: “La Villa Olímpica es una de las piezas fundamentales de modernización urbana y de vivienda de mediados del siglo XX. Consigue muchos de sus objetivos, ha sido capaz de resistir el tiempo y de generar el aprecio de sus habitantes”.