Proliferan departamentos subarrendados a familias de inmigrantes en el centro de Santiago
U. de Chile advierte fenómeno de “tugurización” de edificios:
Estudio plantea creación de nuevos subsidios del Estado para reacondicionar viviendas antiguas con el objetivo de generar oferta de arriendo para extranjeros latinoamericanos.
El centro de Santiago es un territorio en disputa. En las cuadras históricas donde se concentra el núcleo de la capital ocurren fenómenos que avanzan en paralelo y han logrado, en pocos años, modificar el perfil de los habitantes y generar un auge que esconde diversos problemas sociales entre los habitantes tradicionales, los inmigrantes, los profesionales de mayores ingresos y los que regresan de la periferia.
Si hace dos décadas el centro atestiguaba la fuga de habitantes, hoy sus espacios públicos enriquecidos con nuevas ofertas, como el GAM o el Museo de la Memoria, han generado un retorno al sector evidenciado en el auge de torres construidas desde los años 90.
Excesiva demanda habitacional
Un libro de investigación denominado “Nuevos habitantes del centro”, que realizó la geógrafa y directora de posgrado de Arquitectura de la U. de Chile, Yasna Contreras, evidencia quiénes ocupan hoy el centro y los problemas asociados a esta excesiva demanda habitacional.
La principal, según explica, dice relación con el fenómeno de la inmigración de personas latinoamericanas y el Caribe que buscan la proximidad a fuentes laborales, servicios y equipamientos. Al haber subido los precios de arriendos y ante la baja oferta, las opciones que les deja el mercado -dice Contreras- son subalquileres informales e ilegales en dormitorios, e incluso en bodegas de edificios.
“El hecho de ser negro se ha convertido en un mecanismo de arbitrariedad de muchos propietarios y administradores chilenos e inmigrantes, que les cobran alquileres diferentes a otros inmigrantes. Les establecen condiciones de subarriendo inhumanas respecto de otros grupos”, señala la académica.
Estos arriendos han generado, según la investigación, una nueva forma de “tugurización” vertical en edificios con departamentos de 40 m2, donde pueden vivir hasta 12 grupos de inmigrantes o grupos vulnerables chilenos que, como hogar, no ganan más de $380 mil.
“El centro no es barato, el arriendo es caro, de acuerdo al inmueble. En Puente Alto los arriendos son más baratos, pero estando acá, desde cualquier punto te demoras media hora. Eso es un beneficio en cuanto a tiempo, para estar con la familia; el costo lo vale”, dice Lizbeth, venezolana que vive en el barrio Yungay y es citada en el libro.
Para Contreras, es necesario que el Estado genere nuevos instrumentos para hacerse cargo de los requerimientos habitacionales de estos grupos. “El gobierno central debe generar políticas que hagan responsables a los propietarios de inmuebles antiguos de su mantención y se incentive su remodelación para mejorar sus condiciones de habitabilidad. Así, se puede generar oferta de viviendas de alquiler para inmigrantes u otros grupos. Y con un subsidio se pueden financiar los arreglos y se evita que los costos se traspasen al arrendatario”.
Subsidio para extranjeros
Pablo Contrucci, jefe de desarrollo urbano del Ministerio de Vivienda y Urbanismo, señala que el gobierno ha avanzado en la eliminación fijada por la administración anterior de cinco años adicionales a los cinco exigidos por Extranjería para optar por un beneficio habitacional. “Era una discriminación. Al derribarse esas barreras, ha aumentado la postulación de extranjeros. Solo en el subsidio de clase media, 1.122 personas postularon desde 2015”.
Añade que el presupuesto 2017 incluye recursos para que municipios realicen proyectos como el de la municipalidad de Santiago, que ha comprado viviendas, las arregla y está generando viviendas de alquiler para grupos vulnerables e inmigrantes. “Además, con la ley de viviendas integradas estamos generando zonas para alterar los planes reguladores y generar vivienda social en arriendo”.
El centro también atestigua otros fenómenos. En sus bordes se han generado, según Contreras, diversos procesos de gentrificación; es decir, de llegada de familias de mayor poder adquisitivo que terminan por expulsar a anteriores habitantes. El libro identifica a “pioneros”, que fueron los primeros que llegaron a los barrios Bellas Artes y Lastarria entre 1990 y 2000. Luego, con los planes de repoblamientos de la década pasada en barrios como Brasil y Yungay llegaron habitantes “sucesores” -como los denomina- que ganan más de $1,2 millones.
Otro grupo son los transitorios, que, como “aves de paso”, viven en el centro por una etapa y luego desean habitar, según el estudio, en casas con patio en las áreas periféricas. A ellos se suma un cuarto tipo: los “decadentes”, que en una situación de mayores ingresos vivían en otras zonas y llegan al centro por un deterioro en su capacidad de ingreso.
ResidentesGentries Habitantes de altos ingresos con apego artístico. Profesionales, empresarios o intelectuales.
Transitorios Personas de clase media con movilidad social en ascenso que viven por un tiempo y aspiran a habitar en un futuro en la periferia.
Decadentes Residentes que por crisis económica o ruptura familiar viven en Santiago luego de dejar zonas más acomodadas.
Precarios Habitantes de bajos ingresos, nacionales o inmigrantes latinoamericanos y del Caribe.