Edward Rojas gana el Premio Nacional de Arquitectura
Lleva 40 años radicado en Chiloé . Desde ahí, desarrolló una obra arquitectónica coherente, que cruza la academia, el rescate del patrimonio y la acción gremial.
Sus primeros recuerdos están enmarcados por la madera, la lata y la precariedad del Campamento de la Mina Vieja, donde su papá trabajaba como minero. Pero, tras agotarse allí el cobre, Edward Rojas (1951) terminó creciendo en medio de la construcción de El Salvador; es decir, rodeado por los preceptos del urbanismo moderno. “Estoy seguro que de ahí salió mi interés por la arquitectura -recuerda él-. Una fascinación que se acrecentó cuando empecé a estudiar en el Barros Arana, y que se completó cuando me fui a estudiar arquitectura a Valparaíso, en la Universidad de Chile. El puerto fue mi gran lugar de aprendizaje: me enseñó que la arquitectura se debe hacer en conjunto con la comunidad”. Y quizás eso fue lo que buscó, en parte, cuando a fines de los años 70 cambió el hormigón armado capitalino por la madera y los latones, y emigró a Chiloé.
Lo que vino después fue solo compromiso frente a la vida, la naturaleza, la historia y la gente del archipiélago. Rojas fue uno de los fundadores de la Corporación de Amigos de las Iglesias de Chiloé, trabajó por la restauración del templo de Dalcahue, en 1980, y también fundó la delegación del Colegio de Arquitectos en la zona. No obstante, todo comenzó antes, en 1977, con la fundación de un grupo hoy mítico: el Taller Puertazul. Lo impulsó junto con su par Renato Vivaldi, y desde esa plataforma, que también integraron otros jóvenes entusiastas, se emprendieron una serie de acciones de investigación y de defensa de ese contexto recóndito. Quizás la más emblemática sea su encendida custodia de los barrios de palafitos, cuya destrucción logró frenar a pesar del decreto alcaldicio de erradicarlos.
El protector de lo chilote
Ya en los años 80, Rojas se apuntó en otro proyecto cultural, patrimonial y artístico: fundar el Museo de Arte Moderno (MAM) de Chiloé. Lo ideó junto con Eduardo Feuerhake, además de Luz María Vivar y Coca González, sus respectivas señoras. Y aunque ya son 28 años desde su concreción, el arquitecto todavía lo considera entre sus proyectos más queridos. “¡Sin duda es uno de los que más valoro! Es que tiene mucha historia, porque nació desde nuestro proyecto del internado campesino, que diseñamos, construimos y luego usamos, durante el verano y con la autorización de los padres franciscanos, para presentar una exposición de arte. Era la ilusión de crear un museo. Pasó lo mismo durante dos años. Después decidimos construir un museo sobre palafitos, pero el alcalde nos ofreció los galpones de tejuelas. Al final, se premió una acción arquitectónica, y esta trascendió hacia la cultura, las necesidades de los chilotes, el paisaje”, comenta Rojas, quien también es conocido por la edificación del Hotel Unicornio Azul (1986-88), en Castro, y por haber trabajado en la I Etapa del Parque Pumalín, en coautoría con Douglas Tompkins. “Era excelente diseñador”, dice.
Por esas y otras de sus cruzadas, que también abarcan la acción gremial y el rescate patrimonial, el arquitecto fue distinguido ayer con el Premio Nacional de Arquitectura, que el Colegio de Arquitectos entrega cada dos años. Es un reconocimiento a la trayectoria, que se define entre pares.
“Estamos felices y emocionados por este premio, que es un reconocimiento a 40 años de trabajo en Chiloé”, apunta Rojas. ¿Por qué habla en plural? “Es que se trata de un galardón para todos los que han trabajado conmigo -asevera-, también para el Colegio de Arquitectos que fundamos acá en los años 90, y que hemos mantenido en total actividad. Así que estamos emocionados, pues esto igualmente reconoce a los chilotes, su cultura, su territorio, a sus carpinteros… Yo solo he tenido el privilegio de poder trabajar por la valoración de esta cultura, desarrollando una propuesta contemporánea y rescatando el patrimonio de este territorio”.
-¿Cuál es la esencia de su arquitectura?
“La llamo arquitectura del lugar. Esa es la que a mí me gusta hacer, identificando los elementos clave de cada contexto, de Chiloé o de otro sitio donde me toque trabajar. Pero sobre todo me gusta crear en diálogo con la gente. Tomando los elementos de afuera, pero siempre teniendo como punto de inicio lo propio y existente, para luego introducir elementos contemporáneos, haciendo un cruce entre tiempos”.
-Ha sido un gran defensor de los palafitos y de la arquitectura de la isla, y, bajo la misma línea, fue uno de los máximos opositores al mall de Chiloé. Pero sin resultados positivos. ¿Cómo se siente frente a eso?
“¡Es que llegamos tarde! Ha sido una de mis derrotas más terribles. Estábamos preocupados de nuestro trabajo y no miramos bien para afuera, hacia uno de los valores más trascendentales de nuestro patrimonio: las 16 iglesias que son Patrimonio de la Humanidad. Claro, un mall de cuatro pisos no rompería mayormente eso, ¡pero entonces no sabíamos que cada una de esas plantas tendría siete metros de altura! Tenemos arquitectos complacientes, leyes débiles; al final, el mercado es el que manda acá. Y nos pasó la cuenta”.
La voz del gremioPilar Urrejola
Presidenta del Colegio de Arquitectos
“Distinguimos a Edward Rojas porque ha puesto en valor la cultura arquitectónica zonal y ha realizado obras contemporáneas reinterpretando el patrimonio chilote. Él se instaló allí hace 40 años, comprometiéndose con el sector, e incluso fundando la delegación de nuestro colegio en Chiloé. Realmente, su aporte patrimonial es enorme”.
Teodoro Fernández
Premio Nacional de Arquitectura 2014
“Dentro de su rescate de la arquitectura vernacular, Edward acuñó la idea de definir a Chiloé por su cultura de la madera. Es decir, ver la madera, más que solo como material de construcción, como un elemento que acompaña la vida y cultura chilota. Desde el inicio, él se dio cuenta de cómo debía trabajarla. Entre sus obras, la que más me gusta es el Museo de Arte Moderno de la isla”.
Sebastián Gray
Profesor Arquitectura UC
“Este premio reconoce la trayectoria en múltiples planos: en el ejercicio de la profesión, lo gremial y lo académico. Rojas, sin duda, se destaca en esos tres ámbitos. Ha desarrollado una carrera de enorme coherencia. Sin él no habría sido posible tener un conjunto de iglesias nombradas Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, y tampoco que hoy la arquitectura de Chiloé sea valorada y protegida. Todo comenzó a fines de los años 70, cuando él creó la mítica oficina Puertazul, con Renato Vivaldi. Para entender a Rojas hay que entender su biografía y ver el impacto de esos arquitectos jóvenes que empezaron a construir novedosos edificios de estilo neovernacular, y a rescatar edificios de orden patrimonial”.