La necesidad de planificar el paisaje es la principal lección que está dejando el fuego
Por Alexis Ibarra y Matías Vega.
Científicos, empresas y el Estado deben conversar sobre el futuro de bosques y plantaciones:
Las especies introducidas, como pino y eucalipto, arden a gran temperatura, lo que no ocurre con la vegetación nativa. Rodear las plantaciones con este tipo de flora ayuda a que un incendio no se propague tan rápida y extensamente.
Según el último balance de la Corporación Nacional Forestal (Conaf), ya son 218.584 hectáreas afectadas por los incendios. De ellas, la gran parte corresponde a vegetación natural (el 56,5%), es decir árboles y matorrales -nativos e introducidos- que crecen de forma espontánea.
Pero un porcentaje importante -el 42,4% de la superficie quemada- corresponde a plantaciones de árboles, como pino y eucalipto, que se emplean para producir madera o celulosa, por ejemplo (ver infografía).
Según la Corporación Chilena de la Madera, una estimación preliminar sitúa en US$ 40 millones las pérdidas y en 22 mil las hectáreas afectadas en las regiones del Maule y Biobío.
“En la zona afectada hay principalmente plantaciones de pino radiata y eucalipto, junto a áreas agrícolas. Las especies nativas crecen en quebradas, en áreas protegidas y en zonas llamadas matorrales secundarios que han sido intervenidas por el hombre, pero aún mantienen flora nativa”, dice Lohengrin Cavieres, profesor del Departamento de Botánica de la U. de Concepción e investigador del Instituto de Ecología y Biodiversidad (IEB).
En opinión del académico, la extensión y propagación de los incendios se debe, en gran medida, a una falta de planificación tanto del Estado como de particulares. Según explica, los cortafuegos que se hacen en Chile no contemplan la distancia a la que puede volar una chispa y por lo tanto no sirven como tales. A su vez, no se han respetado cinturones de vegetación nativa que no arden con facilidad, y cuando lo hacen, las temperaturas que alcanzan no son tan altas como las que generan el pino y el eucalipto. Esta mezcla de plantaciones con bosque ayudaría a que un incendio no se propague tan rápidamente y por grandes extensiones.
Para la doctora Mary Kalin, directora del IEB y Premio Nacional de Ciencias Naturales 2010, las especies introducidas como el pino radiata están adaptadas a los incendios. “En California, de donde provienen, el fuego es un elemento natural en la vegetación, es parte del ecosistema, ya que se produce naturalmente por las tormentas eléctricas”. Por esta razón, agrega, sus semillas son resistentes al fuego.
Los resguardos al reforestar
En Chile, luego de un incendio forestal, las primeras especies que brotan son aquellas introducidas, como la retanilla y el aromo. En general, las especies chilenas no están tan adaptadas para resistir un incendio, salvo excepciones como el quillay, el voqui negro, el litre o el tebo, entre otros.
Según Aníbal Pauchard, director de la Sociedad de Ecología de Chile (Secol), la recuperación de los ecosistemas naturales depende de las características del incendio. “Si es leve, puede que existan suficientes individuos vivos que rebroten. Pero si es intenso, hay que esperar un proceso de recolonización natural y evidentemente habrá que restaurar el área reforestando con especies nativas tanto de árboles como arbustos. Esto puede tardar muchos años”.
El especialista añade que en este proceso de recuperación del bosque hay que tomar precauciones, como evitar que ingrese ganado que se coma los nuevos rebrotes y degrade la zona.
En tanto, en las plantaciones comerciales, la prioridad es proteger el suelo ante las lluvias que puedan arrastrar e inutilizar la tierra, en especial en sectores inclinados o con quebradas, dice Julio Torres, secretario ejecutivo del Colegio de Ingenieros Forestales de Chile. Para ello, explica, se pueden armar estructuras que eviten el fenómeno y también plantar cualquier especie vegetal. “Es un mito que el suelo de especies productivas no pueda albergar especies nativas”, aclara.
Los especialistas coinciden en que es esencial que las empresas, el Estado y los académicos se sienten a planificar. “Hay que generar instancias para ‘pensar el paisaje’ y no dejarlo como una simple decisión económica. Es complejo pasar a este sistema, pero es lo que se hace en países desarrollados”, aclara Pauchard.
Según Mary Kalin, Chile alberga algunos de los bosques más delicados del mundo. “Los incendios recientes son solo el comienzo de un período complicado y que está recién partiendo. Estas situaciones -propiciadas por el cambio climático- serán cada vez más frecuentes”.