Incendios podrían acelerar el despoblamiento en zonas rurales
Por Manuel Valencia.
Advierten especialistas en temas urbanos y demográficos:
El fuego no solo dejó 1.500 viviendas destruidas, sino que devastó la base productiva de pueblos entre O’Higgins y Biobío, lo que impulsaría la migración a las ciudades.
Manuel Henríquez acaba de terminar un nuevo cerco para sus gallinas. Hace unos días, debió arrancar la pequeña reja para ampliar el camino por donde pasaron camiones aljibe, de bomberos y la maquinaria pesada que se usó para apagar el incendio de Las Pataguas, en el límite de Concepción, Penco y Florida.
Para evitar que el fuego destruyera su casa de madera, Henríquez hizo una quema controlada en el borde de la propiedad, a modo de contrafuego.
Pero más allá de que salvó su casa, admite que a sus 70 años está cansado. Decidió vender sus animales de fuerza y vivir con lo mínimo. “Las piernas ya no me dan. Me muevo con mi pensión, la de invalidez de mi señora y mi hija, que nació con meningitis. Y me alimento de la huerta y los huevos. No necesito más”.
Casos como el de Manuel Henríquez se repiten en diversos sectores rurales arrasados por las llamas: entre los más de 6.100 damnificados, son recurrentes los adultos mayores que viven solos y en grave precariedad.
En La Gloria, Pumanque, Luis Becerra (69) puso a prueba su edad para bloquear el paso de un “torrente de fuego” que bajaba por el cerro desde el fundo Nilahue-Baraona. En su caso, admite, perdió la pelea. “Me caí cinco o seis veces ahogado con humo. No fue por falta de empeño”.
Aunque ya reconstruye con ayuda de sus hermanos, hijos y sobrinos, dice que la situación “está difícil por el trabajo. Me quedé sin los árboles. La madera de los que están ahí -apunta- quedó chamuscada, sirve solo para leña de baja ley y (solo) la voy a poder vender por la mitad del precio”.
De la tristeza pasa al humor, y lanza payas que inventó de niño y que hablan del peso del sol en las buenas siembras. “Soy cantor a lo adivino, una vieja tradición de acá”, dice, con una sonrisa que le arruga la cara.
Fuga de jóvenes
Según las fichas de emergencia (FIBE) aplicadas por el Ministerio de Desarrollo Social, cerca de un 30% de los 1.500 hogares damnificados entre O’Higgins y Biobío son habitados por adultos mayores solos o en pareja con hijos o nietos.
Domingo Gómez (84), por ejemplo, ha pasado toda su vida en Quitento, Portezuelo. Cuenta que la comuna tuvo épocas vibrantes, con más gente que trabajaba la tierra. Hoy cada vez menos se dedican al agro y los que quedan tienen más de 60 años.
El presidente del Consejo de Desarrollo Urbano, Luis Eduardo Bresciani, cree que con los incendios podría acelerar un proceso de despoblamiento en pequeñas localidades rurales y de migración a la ciudad. “A diferencia del 27-F, que destruyó viviendas e infraestructuras, en estos incendios quedó afectada la base económica de la zona, con la pérdida de terrenos agrícolas y animales”, explica.
A su juicio, es una tendencia que se viene observando en los últimos censos: “Las zonas rurales van constatando una migración importante de jóvenes desde pequeñas localidades hacia la capital comunal y regional. Por eso, la agenda de desarrollo productivo en esas áreas es tan importante como la reconstrucción de infraestructuras y de viviendas”.
Para el especialista del Centro de Estudios Públicos (CEP), Slaven Razmilic, es posible que un porcentaje relevante de los afectados no quiera volver al campo. “En muchos casos, la vivienda es el último vínculo a una zona en particular. Será un desafío importante para el Gobierno encauzar los programas de apoyo intentando salvaguardar preferencias de los afectados y las posibilidades de solución efectivas”, plantea.
Coincide con él el director del Observatorio de Ciudades, Roberto Moris. “Eventos de este tipo son aceleradores, porque existe un impacto fuerte en el empleo. En esto se puede perder un tipo de vida rural”, opina.
Respecto de la reconstrucción, le preocupa que se repliquen conjuntos de casas de carácter urbano en zonas rurales: “Aquí hay una oportunidad para pensar en conglomerados como villorrios, lo que puede generar un doble beneficio”.
En zonas altamente afectadas, como la provincia del Ñuble, la “fuga” de jóvenes a la ciudad también tiene otro matiz. El gobernador, Álvaro Miguieles, explica que se ha notado con cada vez más fuerza que los hombres jóvenes y los jefes de hogar “han salido del campo buscando superar la marginalidad, y quedan muchas mujeres en esas zonas, donde vive el 35% de los 440 mil habitantes de la provincia. Esto sucede porque no hay mejoras en las condiciones de vida. El Gobierno ha intentado intervenir con diversos mecanismos, pero según un estudio de la U. del Biobío, no han tenido efectos en la disminución de la pobreza rural”, señala.
Adultos mayores
El 30% de los hogares dañados son habitados por adultos mayores. Viviendas irregularesAdemás de la gran cantidad de abuelos solos que viven en el sector rural del Chile central, los incendios revelaron que muchas personas tenían su casa en terrenos irregulares. “Se encontró a familias que habitaban al interior de fundos”, explica el director del Serviu de O’Higgins, Víctor Cárdenas. Como no pueden recibir subsidio porque no son terrenos saneados, dice que serán acogidas en conjuntos habitacionales en zonas céntricas de Pumanque y Marchigüe.