Santa Olga y Pumanque, los más golpeados por el fuego, buscan cómo ponerse de pie
Por Julio Jerez y Milton Saavedra.
Tras seguidilla de incendios que asolaron el centro-sur del país:
En el poblado del Maule y en la pequeña comuna de O’Higgins se ve la misma actitud: ganas de levantarse, a pesar de todo.
Es sábado y pasado el mediodía, el calor agobia a las familias que viven en esta comuna de la región de O’Higgins, que fue arrasada por el incendio de Nilahue Barahona. El siniestro fue el primero de la serie que afectó al país en la segunda quincena de enero, y en él se quemaron más de 71 mil hectáreas de plantaciones forestales, bosques nativos, parronales y viviendas.
Hoy, los 3.500 habitantes del municipio -un 60% de ellos viviendo en el campo- quieren volver a la normalidad.
Constitución, en la Región del Maule, vive una realidad similar. En la comuna donde se registró el mayor incendio en la historia del país, el fuego destruyó el poblado de Santa Olga y dejó, de un momento a otro, a más de mil damnificados.
Recuperando Pumanque
Poco a poco está llegando la calma, después de 15 días del siniestro, y los afectados trabajan para superar la tragedia. En Pumanque se ve claramente la labor de limpieza y se observan las primeras obras de reconstrucción, no solo de las viviendas, sino que también en el ánimo de los afectados.
Luis Becerra Vásquez, un cantor a lo divino que por tercera vez en 30 años ha perdido su casa, dice que no ha recibido ayuda del municipio y no tiene tiempo para quejarse, porque hay mucho que hacer.
“Para el invierno quedan algunos árboles que puedo cortar para hacer carbón, pero para eso hay que hacer un plan de manejo, pero no hay respuesta. Una vez que me desocupe de la casa tendré que cortar sí o sí, y si me partean, me quejo. Debería haber alguna excepción”, afirma.
Olga Reyes, quien perdió los viñedos familiares en la localidad de Peñablanca, parte de Pumahue, ha recibido forraje para la alimentación de sus animales para aproximadamente tres meses. Fue encuestada por el municipio para la entrega de ayuda, aunque continúa muy preocupada, porque no ha podido reparar el cierre de su terreno.
“Me han dado fardos. Por el momento, yo creo que eso me va a alcanzar para unos tres meses y después vamos a ver con qué comprar. La pena más grande es que las parras -arrasadas por el fuego- no vuelvan a producir, porque muchos dicen que se van a secar. Supongo que después puede que vengan a ver en qué condición están y si van a volver a producir, pero muchos me dicen que no”, relata.
Volver a Santa Olga
De las mil casas que había, solo hay muros ennegrecidos, árboles calcinados. Letreros escritos con plumón identifican a sus dueños; banderas chilenas flamean en todos lados. Maquinarias sacaron escombros y latas retorcidas, y las polvorientas calles están despejadas. Después de la tormenta de fuego, Santa Olga está algo más ordenado.
A pesar de la destrucción, hay mucha gente. Entre lugareños, voluntarios, policías, militares, funcionarios públicos y autoridades, por lo menos hay 2 mil personas. Parece una pequeña ciudad que emerge de las cenizas, porque hay de todo. A un costado del retén -el único que se salvó de las llamas- hay una pequeña plazoleta con juegos infantiles. Es día de pago de beneficios sociales y hay decenas de personas que hacen filas por pensiones o bonos asistenciales.
En medio de las viviendas derruidas, el Registro Civil, por ejemplo, tiene una oficina móvil para otorgar cédulas de identidad. También hay un hospital de campaña que realiza a diario cerca de 500 consultas.
“Todo va bien, hemos recibido mucha ayuda y ha llegado harta gente, desde Arica a Puerto Montt. Todo eso se agradece, y si no fuera por ellos, lo estaríamos pasando mal”, sostiene Samuel Barros, uno de los afectados.
“Nuestra meta es mirar hacia adelante, salir de esto y volver a ser como éramos, y ojalá mejor”, recalca Madriela Higueras, una de las que quiere regresar.
Juan Gallardo y sus nietos viajan desde Constitución, donde están albergados, a la que fue su casa en Santa Olga. “No me quiero ir de acá”. dice.
Damnificados
Los incendios han arrasado casi 600 mil hectáreas y han dejadoa seis mil personas sin hogar.