Mil M2: arte comunitario que traspasa fronteras
En 2013 fundaron una plataforma cultural en Barrio Italia y ahora giran por el mundo con sus obras emblema: Proyecto Pregunta y Construir una Biblioteca, basadas en la participación ciudadana.
¿Existe acaso una receta para crear un centro cultural? ¿Es necesario poner la primera piedra de un edificio para echar a andar la creatividad? En 2013, un grupo de cinco profesionales, un arquitecto, dos actores, una cineasta y un sociólogo decidieron arrendar temporalmente el espacio vacante de la ex fábrica de sombreros Girardi en Barrio Italia, que pronto se convertiría en un proyecto inmobiliario, para desarrollar una plataforma cultural que diera cabida a la experimentación artística. Lo bautizaron Mil M2, por el espacio métrico que ocupaban, y comenzaron a echar a andar los diferentes proyectos que llegaban, entre exposiciones, obras de teatro, danza, lanzamientos de libros y fiestas. Pronto se dieron cuenta de que más que el resultado, lo que les interesaba era el proceso creativo de cada actividad y de que ese proceso involucrara al público de forma participativa. Así, los Mil M2 dieron con un modelo de gestión cultural distante del sistema tradicional impulsado por el gobierno, que necesita levantar una infraestructura para luego llenarla de contenido y que considera al público como audiencia más que como participante.
Cuatro años después, los Mil M2 no tienen ya un espacio físico donde funcionar; sin embargo, en este tiempo lograron desarrollar dos obras emblemáticas que ahora giran por el mundo. El primero es Proyecto Pregunta, que ya ha visitado más de 20 ciudades en Chile, Brasil, Ecuador, España y Alemania, y este año irá a lugares tan distintos como Yokohama, Sao Paulo, Leipzig, Zurich, Santo Domingo y Montevideo; mientras el segundo, Construir una Biblioteca, fue a Madrid el año pasado y el 26 de febrero próximo estará en el festival Dañzfabrik, en Brest, Francia. Con una metodología distinta, cada uno tiene en común la participación ciudadana como base clave para el resultado del proyecto: sin gente no hay obra.
Para el arquitecto Fernando Portal, director de contenido de Mil M2, la condición de no contar con un espacio físico fijo fue clave para el éxito del proyecto. “Durante el primer año, el dueño del espacio nos tenía condicionados a que en tres semanas máximo debíamos abandonar el lugar. Esa presión y condición agónica del proyecto hizo que sintiéramos que todo era ahora o nunca. Eso explica cómo ese primer año hicimos cerca de 200 eventos. Todo el que llegaba con un proyecto debía activarlo antes de tres semanas”, cuenta. Pero no sólo eran eventos, también el espacio se transformó en una plataforma para la creación sin esperar resultados concretos: una posición completamente distinta al Fondart, que hoy es una de sus principales críticas.
“Existe una escena consolidada de espacios para mostrar obras y el Fondart ha construido una cultura para desarrollo proyectos específicos, pero muchos creadores echan de menos un modelo que se haga cargo de la creación misma. Hoy hay un fuerte debate sobre cómo la práctica artística es investigación. Experiencias como Nave (dedicado a la experimentación de danza) son un ejemplo, pero se necesitan más inversiones para espacios de este tipo”, plantea Portal, quien en noviembre pasado fue invitado a dar una charla sobre el modelo de Mil M2 a la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Columbia, Nueva York.
Así, con el interés en fomentar el diálogo y la participación, Mil M2 desarrolló, por ejemplo, un modelo de exhibición de obra que duraba unos pocos días: los artistas montaban un lunes y desmontaban un viernes. “Lo que nos interesaba ahí era la inauguración, las conversaciones que se producían entre el público sobre la obra. A los primeros llegaban 40 personas, pero ya en el quinto empezaron a reunirse más de 300. El ciclo duró 16 semanas”, cuenta el arquitecto.
Para cuando se cerró el primer espacio en enero de 2014, Mil M2 ya tenía cierta visibilidad y un nicho de público, que los hizo ganarse el premio Avonni a la Innovación Cultural. Al mes siguiente echaron a andar, en el Festival de las Artes de Valparaíso, el Proyecto Pregunta, su obra más masiva.
La idea es simple: ellos plantean una pregunta que incita al público a hacer otras preguntas y que resulta la mayoría de las veces en un reflexión abierta, donde lo importante son los cuestionamiento y no las verdades. “¿Con lo que nos roban, son felices?”, preguntó la Población Archipiélago de Chiloé, Punta Arenas, en octubre de 2016 a la pregunta ¿Qué le preguntarías a tu gobierno?. “¿Por qué hay tanto racismo?”, fue la pregunta desplegada en Palma de Mallorca, España, en septiembre de 2016, ante la frase ¿Qué le preguntarías a tu ciudad? O “¿Cuándo aprenderemos a votar?”, se cuestionaron en Río de Janeiro, en diciembre de 2015, frente a la pregunta ¿Qué le preguntarías a los cariocas?
Una fecha clave para el Proyecto Pregunta fue octubre de 2014, cuando una copia de todo el dispositivo fue adquirido para la colección de la Fundación de Artes Visuales Asociadas (FAVA), bajo la sugerencia del curador mexicano Pablo León de la Barra; así la pieza se transformó en obra de arte. Desde entonces, una serie de instituciones culturales y artísticas han invitado a los Mil M2 a activar el proyecto con ellos.
Una experiencia especial fue la que tuvieron en mayo del año pasado en Dresden, Alemania, donde activistas preocupados por el alcance que lograban grupos extremos anti refugiados como los Pegida (Patriotas Europeos contra la Islamización de Occidente) que lograban reunir a 4 mil personas, los invitaron para intervenir diferentes lugares. “Primero nos reunimos con ellos y sus redes de apoyo, y con ellos elaboramos varias preguntas que fuimos a colgar a estos lugares de reunión. El registro les sirvió como una campaña para recuperar sus espacios públicos y crear conciencia sobre lo que estaba pasando”, cuenta Portal.
Si bien en 2015 los Mil M2 volvieron a tener un espacio físico, de nuevo en Barrio Italia -un entrepiso con una rampa inclinada en 45° y que se bautizó como Proyecto Pendiente, donde hicieron residencias para artistas de performances y lanzamientos de editoriales independientes-, por ahora ya no tienen una sede fija, y así se quieren quedar. A partir de ahora, más que un espacio, Mil M2 es una idea en constante movimiento; de sus primeros fundadores queda sólo uno, y el modelo de gestión se autofinancia por sus trabajos paralelos en dirección y producción de arte para otras instituciones.
Para 2018, Mil M2 tiene planeado publicar un libro sobre el Proyecto Pregunta, con la prestigiosa editorial alemana Hatje Cantz, que recopilará las mejores preguntas pero también hará un análisis sociológico de ellas. Mientras, su proyecto Construir una Biblioteca -en la que invitan al público a fabricar libros comunitarios en tiempo real- está dando sus primeros pasos en el extranjero: el año pasado estuvo en Madrid y ahora irá a Francia.